Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 495 Exageró lo horrible que le parecía, que el Perú se valiese de una insurrec– ción extranjera para violar la Constitución que había jurado. Le presen– té entonces a Bustamante. Este le aseguró, que no tomaba parte activa en los negocios nuestros. Entonces yo de un modo firme le dije: señor Pando, es llegado el caso de qite en el Perw no se v1telvan a ver escarapelas extranjeras. La determinación era bien clara. Se ha dicho que lo engañé. Era imposible que sorprendiese yo a un hombre mucho más práctico en las intrigas de gabinete. En todo aquel día el señor Mariátegui no había cesado de recorrer la ciudad, y disponerla al grito para la próxima mañana; es increible cuánto trabajó. A las seis formamos nuestro plan. Convenimos en que se reu– niese el Cabildo a las nueve. En esto hubo alguna dificultad. Como era un cuerpo difunto por la Constitución Boliviana, y que había existido en la abolida, temían los capitulares un comprometimiento que los hacía res– ponsables del crimen de traidores y rebeldes. Pudo mucho el talento y viveza del señor Mariátegui, y el influjo del incomparable patriota Trama– rria. El señor alcalde Gárate y los principales regidores se me pTesentaron ofreciéndose a morir conmigo, y hacer cuanto yo dispusiese. Les di las más expresivas gracias a nombre de la nación; y les previne que se tuvie– se un cabildo abieTto, que yo estaría allí para presenciar la voluntad gene– ral acerca del código político que querían que rigiese. Mandé también que estuviesen reunidas las cortes Suprema y Superior. Dispuse que esos respetables cuerpos oficiasen al general Santa Cruz para que se presentase en la ciudad, evitando de ese modo todo desoTden. Hasta aquí extrañará V. que no le he hablado de los militares. Cua– si al amanecer estuvo conmigo el coronel Alcazar. ¡Ilustre joven, tu memo– ria siempre me será cara, tú moriste en el cúmulo del placer y de la gloria, viendo tu patria libTe! Me aseguró que los generales y tropas peruanas estaban decididas a declararse por nuestra independencia. Le dije que no era bastante: que era preciso se viesen conmigo, para acordar lo que debía practicarse -en el acto tomó su caballo y se fue a tratar con ellos- vol– vió a las nueve y me dice, que aún no queTÍan declararse, que iban a co– municarse con el general Santa Cruz; pero que estuviese cierto que ellos se– guían nuestra causa. Me helé: inmediatamente Ayala viene del Chorrillo muy espavorido y me comunica la noticia de que el general Santa Cruz y los ministros se retiran a Jauja, y que para ello ya estaban dadas las óTde– nes. Mi corazón palpitó de modo que creía me rompía el pecho. Acto continuo entra Sánchez y me avisa, que el Prefecto Egúsquiza le había mandado preparar cuarenta mulas en el instante para conducir pertrechos: las unas noticias convenían perfectamente con las otras, mi contestación fue: escóndase V. en los infiernos, y esconda V. las mulas, y dispérselas de tal suerte que no puedan proporcionarse por ninguna otra persona.

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