Los ideólogos: Cartas americanas

502 MANUEL LoRENZO DE VmAURRE la Corte Suprema son del mismo dictamen, pero yo solo lo pongo bajo de mi firma arriesgándome a las resultas. Entonces se ocurre el Ayuntamiento por su parecer, se jura esa Constitución nueva con el mismo gusto y liber– tad que Fernando VII juró la de los españoles. Yo salvé mi conciencia. El juramento decía: ¿juráis la Carta que ha dado la nación? Como la nación no la había dado, no tenía sobre qué recaer el juramento. La materia era sumamente avanzada en cuanto a la reunión de las tres Repúblicas de Bolivia, Perú y Colombia, con el título de federación, con capital destinada al jefe perpetuo e inviolable de todas ellas. Si Co– lombia no se enuncia de un modo tan liberal, tan justo, tan generoso, su consentimiento nos conducía infaliblemente al punto de una muerte políti– ca. Ya a los que se oponían se llamaban facciosos, anarquistas, turbulen– tos; a mí se me tenía como el prototipo de ellos; y sin duda hubiera sido cuando menos expatriado, si el gran mariscal Santa Cruz no hubiera sido el Presidente del Consejo de Gobierno. Usando de los principios de política, formo armas de lo mismo que era contrario. Arengo al pueblo, y le manifiesto que ya cesaron las facul– tades extraordinarias. ¡Cuánto se ganaba con esto! Trabajo por que se ob– serve el nuevo código político, y que exista alguna ley que sujete a los fun– cionarios públicos. Esperaba que la Providencia abriría el camino, y que nuestra jus– ticia triunfase muy pronto. Nada deseaba, nada quería, nada tenía que ser. Estudio a todos los hombres públicos. Medito sus corazones y sus últimos sentimientos, y me hallo con que el gran mariscal Santa Cruz era un joven guerrero, moderado, dulce, generoso, afable, y sobre todo muy pe– ruano. Tales eran mis pensamientos, cuando las tropas de Colombia se de– clararon por su Constitución, y ofrecieron no auxiliar contra la antigua nuestra. En ocho horas todo se hace con la mayor tranquilidad. El Con– greso es convocado, la administración continúa con el mismo orden y mé– todo que antes, los pueblos están gozando de una libertad perfecta, y sólo lloran que el mal hado les privase del héroe en quien tenían su confianza, a quien le deben su existencia, cuyo nombre repetirán con lágrimas. Con– tinúa el Consejo de Gobierno habiendo hecho su dimisión los señores Heres y Pando, y reemplazándolos el señor Salazar y yo. Son afectos de los pe– ruanos los contenidos en esta carta, como el mío demostrar a V. E. que soy su fiel amigo y S. S. Q. B. S. M. Manuel Vidaurre.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx