Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 507 ni lo otro. Pando y yo habíamos trabajado y dictado órdenes, que iban poniendo la administración de justicia en tal peTfección, cual no se vio en ningún reino o República antigua. Pando es justo, desinteresado, y suma– mente firme. Cualesquiera que hayan sido sus opiniones con respecto a don Simón, la patria debe velar sobre él, y no perderlo: El Perú no tiene Pandos. He escrito un discurso sobre elecciones, para convencer que un mi– nistro de Estado no debe ser nombrado representante. Leerá U. también un rasgo en el Peruano que lo prueba hasta la evidencia. Escribí soste– niendo el tolerantismo. Quiero que sepan mis opiniones, antes que prn– cedan a elegirme. Cuanto mayor fue mi resistencia, más se obstinó el pue– blo. Ha sido preciso ceder. ¿Y cuál le parece a U. que fue la causa? Ha– ber dicho una persona, que no quería ser diputado por no dejar de ser mi– nistro. ¡Se ven los empleos poT lo exterior dorado, no las espinas agudas interÍoTes que punzan a cada momento! No hubo ministro más déspota que Richelieu, ni otro cuya vida fuese más agitada. Si no se tiene honor, si se piensa vivir con el día, excelentes plazas. Si el ciudadano se penetra de la inmensa responsabilidad de estos destinos; si se conoce que un peque– ño descuido puede causar un mal espantoso a la patria; no habrá quién no los tema. Me retiraré del ministerio sin que la envidia y la calumnia me hagan otra acusación, que la vigilancia excesiva sobre los empleados para que cumplan dignamente sus obligaciones. Mi celo no fue estéril, les di ejemplo, quise que hicieran lo que yo hacía. No es lisonjearme, es dar cuenta exacta de mi conducta, y al mismo tiempo ofrecer a U. mi afecto como S. S. S. Q. B. S. M. Manuel Vidaurre. CONTESTACION DEL GENERAL SANTANDER Bogotá, abril 22 de 1827. Honorable Sr. Ministro Dn. Manuel Vidaurre. Muy distinguido Sr. y amigo mío: Extrañaba ya ciertamente, que después de los sucesos ocurridos en ese país desde el 26 de enero, no se hubiera U. dignado escribirme, sabiendo como debe saber, cuanto interés me inspiran sus estimables cartas. Mas ha cesado desde antier esta impresión en cuyo día he recibido sus dos apre– ciabilísimas cartas del 27 de enero y 8 de febrero, ambas demasiado inte– resantes. Debo confesar a U. que he sido muy poco soTprendido con los acon– tecimientos de esa capital y subsiguientes; porque el modo precipitado y

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx