Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 511 El crimen de tiranía se cometió por el general Sim6n desde que se dio la batalla de Ayacucho. En esa misma hora, en ese mismo momento, se debió decretar que las tropas de Colombia se restituyesen. a su Repúbli– ca: para rendir la plaza del Callao eran suficientes las fuerzas peruanas. No se necesitaban otras. Pudo tomarse por asalto en la primera semana. Los españoles mismos han confesado, que si se les acomete, no podían hacer defensa. Lo que hay es, que interesaba alargar el sitio, y tener un pretex– to para dilatar dentro del país las tropas extranjeras. Pero capituló Ro– dil. ¿Y por qué causa no se embarcaron los colombianos? Porque son las legiones romanas, que guarnecen a Capua bajo el título de auxilio; que se quitan la máscara, insultan y dominan. Continúan para que el general Simón sea presidente vitalicio, inviolable, árbitro de la armada y los teso– ros; para que se reciban en la Europa las monedas, que llevan su busto coronado. En una mala causa el silencio es el mejor partido. Cuando convino debilitamos, en tiempo de la junta, el general Cas– tillo propuso tales condiciones para continuar auxiliándonos, que en sí mis– mas llevaban la negativa. No se podía acceder a ellas sin deshonor, y sin alterar los planes de la campaña. Se retiTÓ, y nos dejó sacrificados a los españoles por entonces. En esta última época, cuando ya las tropas no eran necesarias, no hay condiciones, porque no permanecen como auxilia– res; porque ya son franceses en España. La causa de todo el mal dependió del anterior Congreso. Su Tes– ponsabilid ad es infinita. El Senado ruega a Tiberio con la corona: algo más. ¿Bajo qué pretexto racional se prolongó la Dictadura? ¿Qué gue– rra interior ni exterior teníamos, que obligase a ampliar el tiempo de una autoridad espantosa? Oiga U. cómo se explicó el general Simón en su men– saje. "Legisladores: al restituir al Congreso el poder supremo, que depo– sitó en mis manos, séame permitido felicitar al pueblo; porque se ha libra– do de cuanto hay más terrible en el mundo: de la guena, con la victoria de Ayacucho; y del despotismo con mi resignación. Prohibid para siempre, os ruego, esta autoridad que fue el sepulcro de Roma! Fue laudable sin duda, que el Congreso para franquear abismos horrorosos, y arrostrar fu– riosas tempestades, clavase sus leyes en las bayonetas del ejército liberta– dor; pero ya la nación ha obtenido la paz doméstica y la libertad política: no debe permitir que manden sino las leyes". Al mismo tiempo que se explicaba así, el inmoral Carrión, el hipócrita Unanue, el sagaz Larrea, el pérfido Heres trabajaban en secreto para asegurar la mayoría del Congre– so y que continuase el absolutismo. Un insigne orador elocuente y gracio– so, tan fuerte por su lógica, como encantador por su voz, era la sirena cuyo veneno se hacía dulce a sus inocentes compañeros. El cuerpo legislativo decreta lo mismo que las manolas gritaban a Fernando en Madrid: Déspo– ta te queremos. Traidores fueron a las provincias los principales autores de esta intriga. No era ésta, ni podía ser el voto de los pueblos.

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