Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 513 e ilustración de los mm1stros. La dificultad de hallar personas proporcio– nadas para reemplazarlos. No incluí a Heres. Este había fugado y toma– do asilo en un buque extranjero. Si se le hubiese sorprendido hubiera sido destrozado. Me contraje a los dos existentes. Tenía otros motivos más fuertes para sostener a los ministros. Veía una entera repugnancia en Santa Cruz para desprenderse de ellos. Queipo no se movió de mi lado, instándome para que no admitiese el ministerio. Era mi sombra. Conocía que obraba prevenido. No había necesidad de ruegos para eximirme de un cargo que entonces contemplaba degradante. Pero nada avanzo; el pueblo se obstina. Pando deja en el momento la se– cretaría. Lo único que consigo es, que Larrea permanezca. Estaba cierto que si se quitaban todos los ministros, Santa Cruz se retiraba. Advertía en él un desabrimiento indisimulable. Un joven militar, no recibe con agrado que los ciudadanos desarmados quieran darle la ley. Entro a una plaza para que no nací. Escribo ya esta carta de ministro de Estado, no nombrado y elegido por el jefe, sino por mis compatriotas. Santa Cruz no ha hecho sino acceder al grito universal. El principio no puede ser me– nos seguro. Me esperan grandes comprometimientos. Sufriré, porque así lo requiere la salvación de la patria. Mas ¿cuál ha de ser el código político ;i que me arregle? El de Bolívar ha sido la causa del movimiento. El antiguo fue abolido por el se– gundo que se ha jurado. Sólo un Congreso Nacional puede decidir esta cuestión. Me determino a tener sobre mi mesa la declaración de los dere– chos del hombre, sancionada por la asamblea de Francia, y que esos sean los principios a que acomode mi administración. Juro sí, que cuando me restituya a mi casa, tendré menos amigos y menos dinero. Se engañan los que hayan pensado que van a conseguir grandes acomodos por servicios per– sonales que me hicieron. No sirvo a los individuos, sirvo a la patria: en igualdad de méritos, siempre preferiré al que no ha tenido conmigo un tra– to familiar. Este es un orgullo, pero un orgullo del que no puedo prescin– dir.- Continuaré. DESPEDIDA DE LAS TROPAS DE COLOMBIA Sábado 14 de 1827. Amado amigo mío: No fue para mí tan completo el día veintisiete de enero, como lo ha sido en el que se han embarcado las tropas de Colombia. Temía a cada momento una contrarrevolución. El cónsul Armero, y la Manuela Sáenz no han cesado de seducir, prometer, y aun gastar, la segunda, cantidades

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx