Los ideólogos: Cartas americanas

514 MANUEL LORENZO DE VrnAURRE muy crecidas. Ha sido pTeciso poner en ejercicio toda la fortaleza de mi carácter, y de los arbitrios mas finos para salir de una fuerza extranjera, que si permanecía por más tiempo, nos había de tener en continua inquie– tud y sobresalto. Ya no hay escarapelas entre nosotros, que no sean pe– ruanas. El Perú es independiente y libre. Con noticias muy exactas que tuve, de cuanto se imaginaba por Ar– mero, y por esa mujer, cuya escandalosa conespondencia tanto ha insulta– do el honor y moral pública, lo hice llamar a las cuatro de la tarde. Le dije: La Manuela Sáenz, se embarcará entre ·veintic1t,atro horas. Si no lo hubiese verificado en ese tiem.po la encerraré en Casas-matas. La tenía en un monasterio; pero burlaba la incomunicación, y era visitada de con– tinuo por los oficiales. Bustamante había manifestado los recelos tan fun– dados que tenía de una subversión. Varias tentativas habían sido sofoca– das. El comandante estaba precisado a una extraordinaria vigilancia. Señor Armero: se muy bien cuanto se trata en, casa de U. contra el Estado. No ignoro los privilegios de los ministros extranjeros, los que tienen sus límites. Si U. no varía de conducta, conocerá que la administración ac– tual nada tiene de débil. Haré que se ponga a la casa de U. fuego, y se convierta en pavesas. Tembló el infeliz: pidió dos días de término para que saliese la mujer, y cumplió la orden. Eran las dificultades proporcionar dinero para devolver las tropas. Se exigían los ajustes completos. El erario estaba exhausto. En el último año del gobierno del general Simón se habían gastado cuatro millones más del producido de las rentas. Las entradas de la aduana estaban muy dis– minuidas. El ministro Larrea había amortizado millón y más de setecientos mil pesos, dando muchas libranzas sobre los derechos de introducción. Los colombianos resistían embarcarse sin las pagas. Nuestras tropas eTan in– feriores en nfonero. Fue preciso mucha prudencia sin tocar en cobardía. Confieso que estando a la cabeza del gobierno hubiera hecho una locura. Santa Cruz mitigaba mis Tesoluciones violentas. Ello es que no siendo mi– nistro de hacienda acopié el dinero sin ocurrir a préstamos, contribuciones, ni otros medios odiosos. Sobran recursos en el Perú. No se necesita más que actividad y contracción. Se aborrece el trabajo, no se medita; un hom– bre de estado no tiene principios, ni para arreglar lo interior de una casa. No he podido, aunque lo he solicitado, imponerme en mes y medio en el monto de entradas y gastos. En la aduana deben muchos comerciantes cantidades muy crecidas; están prontos a pagaTlas, y no lo hacen, porque aunque exigen para que se les liquiden las cuentas, no lo logran. El con– trabando es escandaloso. Siete octavos de la piña pasa por alto a la Euro– pa. No hay un sistema ordenado de contribuciones. Un Necker era indis– pensable para crear y distribuir. He dicho esto, paTa que se penetre U. de mis angustias preparando doscientos cincuenta mil pesos en cuarenta y ocho horas. Las naciones europeas se admirarán de que suma tan peque-

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