Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 515 ña sea de difícil alcance al gobierno del Perú. No se admiren: nuestros tesorns están en cajas y hemos perdido las llaves. No tenemos industria, no tenemos leyes, no tenemos verdadero amor a la Patria. Quisiera que hubiese un espejo en que se viesen los talentos, como los tienen las mujeres para examinar su belleza. Allí cada individuo debería mirarse con cuida– do, y conoceT hasta dónde alcanzan sus aptitudes. No es un ministro de rentas el que puede firmar su nomb-re, sino el que es capaz de mantener una República, cubrir sus gastos, sostener su crédito y crear valores que aumen– ten su riqueza. ¿A que juzga U. que deseo ese ministerio? No mi amigo: ninguno. Estos sitios son unas cárceles de continuados tormentos. Cada hora, cada instante hay algún motivo de disgusto: en los primeTOs días hu– bo formal estudio de desairarme. Había sin duda mucha prevención con– tra mí. Larrea hizo su renuncia a la segunda semana. Pretextó enferme– dad: estas son incurables en los ministros. Dejó a Morales: no tuve la menor parte en el nombramiento. No la he tenido en colocación ninguna de los que corren por mis departamentos. He recibido los decretos según se me han dictado. Hasta el papel público que me corresponde, se sujeta a la censura del presidente. Han desagradado muchos rasgos que he puesto. Las cláusulas se han borrado de algunos, y se han sustituido otras. Mu– chas veces he querido retirarme. El señor Mariátegui me ha manifestado el mal que resultaría, y cada día hago un nuevo fondo de paciencia. Es bastante que se perciba que me inclino a un rumbo, para que se tome el contrario. Cuando mis compatriotas son verdaderamente libres, yo soy esclavo. Son libres: tengo la gloria que desde que hay sociedades jamás se respetaron de un modo más perfecto los deTechos del hombre. La imprenta es enteramente libre; lo son las propiedades: duerme tranquilo el inocente; y sólo tiembla el criminal. Hallé los caminos inundados de malhechores, hice juzgar los reos en 48 horas y ejecutarlos inmediatamente. Eran las quejas repetidas contra los jueces, he dictado decretos provisorios que hacen estremecer al magistrado con la responsabilidad. No hay en el ministerio un pedimento detenido, y están abiertas antesalas, salas y gabinetes. Go– cen mis conciudadanos bienes a costa de mi sosiego. Yo espero el premio que siempre tuvieron los que se han distinguido por sus servicios a la Re– pública. No cantará la palinodia el amigo que a U. ama y S. M. B. Manuel Vidaurre

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