Los ideólogos: Cartas americanas

526 MANUEL LORENZO DE V IDAURRE Por las muchas relaciones que contraje en los Estados Unidos, hallo muy fácil un empréstito de tres millones de pesos fuertes. Contemplo so– bremanera indispensable que se nombre un Ministro Plenipotenciario por el Perú. Con mis amigos los señores Salazar, Palacios y Gómez, hablamos muchas veces de esta materia. Ellos no podían salir de los límites de sus poderes; pero conocían cuanto influiría una representación por los demás Estados libres. Creo que la América del Norte debe unirse con nosotros, no de palabra y por contestaciones políticas, sino de un modo activo y de– clarado. Si la causa de los pueblos europeos sucumbe a la fuerza de los opresores coronados, el Nuevo Mundo debe tiraT una línea divisoria de unión y de sistema. En ella entrarán sin duda las Antillas. Estas verda– des, que no pueden desenrollarse en una carta, el genio de V. E. las pene– tra en todos los puntos de su vasta esfera. Concibo que el Ministro perua– no deberá hacer su viaje poT México y procurar que esa República obre de un modo análogo a los intereses comunes; intereses que yo Uamaré indivi– duales más bien que generales: sin un exacto concierto, no es fácil la liber– tad permanente. El conocimiento perfecto de las grandes atenciones de V. E. me hace indicar únicamente las ideas. Una larga carta no puede leerse sin fastidio. Yo no quiero ser molesto a V. E., a quien amo según se indica en el adjun– to libro y a quien ofrezco todos mis respetos, como su más humiide seguro servidor, Q. S. M. B. Excmo. señor. Manuel de Vidau1're. DA IDEA DE SU ESTADO DE ANIMO AL ESCRIBIR "PLAN DEL PERU" Nepeña, 15 de Marzo de 1824. Excmo. señor Dictador del Perú. Mi más venerado señor Excmo: Un hombre, en el medio de un bello jardín, en donde el concertado curso de las aguas, y los trinos de diferentes pájaros forman una música armoniosa; los árboles y las plantas, con frutos y perfumes, deleitan a su vez el olfato y la vista; las estatuas, edificios y pinturas agitan la imagina– ción Y producen el buen gusto; escribirá el Telémaco con encantadoras des– cripciones. Un desgraciado en el silencio de una isla, sin otra compañía que sus penas, fatigado del temperamento y los insectos mortificantes, re– cordando pasadas glorias, cantará con el lúgubre entusiasmo que Ovidio en

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