Los ideólogos: Cartas americanas

532 MANUEL LORENZO DE VrnAURRE suasión la más clásica de las calidades del agraciado. La Corte no se atre– verá a una propuesta injusta, ni ningún Ministerio a desechar la persona del ciudadano recomendable. Si yo no estuviese íntimamente persuadido de la virtud de US., del amor a nuestro nuevo sistema y del vivo deseo de acallar la vocería de nuestros notorios enemigos, no me atrevería de ningún modo a pasar una nota que en cierto respecto limita su influencia en los destinos. Hablo con generosidad, poTque sé con quien hablo, y porque S. E. el Libertador me ha dicho muchas veces: Yo no conozco las personas del país: es mi conato colocar en las plazas a los que sea-n más dign.os de ellas: esto se va a conse– guir con el plan que propongo y que tengo el honor de presentar a US. Dios guarde a US. M a'nuel Vidaurre. PIDE PROVISION DE VACANTES EN LA CORTE SUPREMA REPUBLICA DEL PERU Suprema Corte de Justicio. Lima, Mayo 4 de 1825. Señor Ministro de Estado en el Departamento de Gobierno. Señor Ministro: Los efectos de un gobierno libre en nada se manifiestan tanto como en la recta Administración de Justicia. S. E. el Libertador, como gran gue– rrero y gran político, lo conoció así. Es por esto que en el tiempo de la mayor angustia y cuando parecía que la Patria iba a expirar, instaló la Corte SupeTior de Justicia en Trujillo, que comprendía todo el territorio libre. Se vio con prodigio. Las propiedades fueron respetadas como en el tiempo de paz: aún dije poco, como nunca lo fueron en ninguna otra Nación. Desaparecieron los delitos, y los jueces inferiores, llenos de ho– nor, se unían a los sentimientos del primer Tribunal. Estas dichosas prue– bas, tuvieron de lleno restaurado el Perú y su antigua capital. Se creó la Corte Suprema de Justicia, sirviendo en sus atribuciones constitucionales y en las extraordinarias, como un Consejo del Gobierno Supremo. Todo ha ido bien, y es necesario que S. E. haga que continúe. Mi nombramiento de Ministro Plenipotenciario al Gran Congreso de los Es– tados Americanos, y los empleos del señor Carrión, hacen que falten dos jueces de siete que éramos, en lugar de los once del señalamiento. Pan foTmar la sala son precisos a lo menos los mismos, y habiendo cuatro pla-

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