Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 541 Concurrí con mi voto a declarar una nulidad. Pregunto. ¿Qué debía hacer? Contesté el mismo papel del señor Alvarez. El escribe diciendo que la ley es rigurosa.- ¿Y por que la fuese podré yo quebrantarla? ¿Pude haber manifestado mi dictamen con mas decoro? Pues recuerda lo que muy bien sabes con respecto a los señores de la coTte superior. El señor Larrea fue propuesto por mí para fiscal de la Suprema, a lo que no accedió S.E. el Li– bertador. Al señor Armas lo propuse paTa la plaza que tiene, después de largas conferencias con el Señor Carrión: cuando le hablé la primera vez de ello, ni lo creía. Las virtudes del señor Iramategui, me hicieron tener con él la mas fiel amistad por mas de treinta años. El señor Alvarez fue, largo tiempo mi comensal, estudiaba conmigo por las noches, y era inseparable de mi casa. ¿Podía yo encarnizarme contra estas personas? ¿Se aborrece sin causa? Rara es la fiera que embiste, si no es provocada por la necesidad. 1 5 La ley me obligaba y yo me resigno a los mayores padecimientos por no quebrantar la ley. Que se intrigue, que es una la cábala para confundirme, que se me calumnie, que se interpTeten mis obras como quieran, que se compren asesinos, sea todo enhorabuena, pero si yo vuelvo a mi tribunal, y la ley no es revocada, yo la aplicaré en su caso en los mismos términos. Es indiferente la cantidad que se dispute. La justicia ni mide, ni pesa, ni conoce aceptación de personas. Es lo mismo diez que un millón. Es lo mis– mo un magistrado que un zapatero. Todo, y todos son iguales cuando se trata de declarar lo que es justo. ¡Patriotas! ¡Patriotas! si lo fuesen de veras se gloriarían de unos ligeros castigos que no los infaman, no les hacen perder un ápice en la opinión pública, y que aseguran los derechos del pue– blo soberano. Me he dilatado mucho en esta carta. Y d sólo te debía haber dicho: que el que sacó cláusulas escogidas y truncas en las Cartas Americanas, que las manifieste íntegras. 16 Que se vean así por los parciales, y que atiendan (15) Amar dice Ferguson es gozar, aborrecer es sufrir. Pero se de– be observar, que sea cual fuere la fuerza y el poder de estos mis.mes senti– mientos; por grande e inviolable que deba ser: el apego a estos pn~ero~ de– beres del hombre hacia sus parientes y amigos; con todo, ellos Ja~as lo deben impeler a que viole los derechos de los otros hombres en sociedad, por favorecer a sus predilectos. Al contrario, él está en la necesidad de emplear toda su influencia, toda la fuerza y autoridad que .le puedan d.ar sus parientes, los amigos, y sus mismos sentimientos de afección y de amis– tad, para mantenerlos, o volverlos a traer al camino de la salud, Y para unirlos por sus propios intereses a la observación y a la práctica de los de– beres que la naturaleza les impone - Fritot vol. 19. ca~. 29 tít. lQ. - No hay nada mas natural al hombre, dice el autor de la ciencia del gobierno, co~'? el deseo de ser amado de sus semejantes. En mi fue una pasión. No trabaJO tanto Alejandro, porque los atenienses lo llamasen grande, como yo por atraerme una voluntad general. Mis acciones públicas y secretas con este fin las presenció el señor Alvarez. (16) Al caso un cuento de Voltaire. Zadig hizo al pronto unos versos en favor del rey: los leyó en su jardín a su amada y amigos. No hallándolos buenos los rompió y echó los pedazos entre unos rosales. Un envidioso lo acechaba y recoge una parte de ellos. Por casualidad el trozo formaba una sátira maligna contra el rey. El envidioso vuela a delatar a Zadig. Pre-

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