Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 543 da de ellos, y el temperamento me es insoportable. Yo no sirvo por dinero, sino por la obligación que contrae todo ciudadano con el suelo en que nace y con el gobierno bajo el cual vive. MiS1 deseos personales son muy peque– ños; el que tengo por el bien de la América ilimitado. 19 Remito al supremo congreso el plan de jurados: esa garantía única de la inocencia. Yo te ruego hagas de modo que se imprima, por si alguno se le ocurriese el perfeccionarlo. En el primer buque iran las bases del Có– digo criminal. Trabajo cerca de ocho horas en este clima ardiente, a los 52 años. ¿Si no amara mi patria que me haría trabajar? Yo no tengo ya as– censo en mi cauera, y de la política nada apetezco. Soy adicto al gobierno, cuando es justo. Jamás lo lisonjeo en lo que contemplo que procede sin ra– zón. El 39 y 49 volúmenes de las ()artas Americanas, harán desdecir a mu– chos yí ruborizarán a mil. Basta de carta: ayer leí la tuya, y esta me ha ocupado cuatro horas. Mi hermano y amigo, no te agites. Los pueblos conviene que no estén muer– tos. Deja que escriban, que calumnien, que griten, como no procedan a excesos y esten prontos a tomaT en defensa de su libertad las armas. Si las cosas se hacen serias, y la anarquía tratase de levantar de nuevo la cabeza, generales tenemos, que sabrán poner las cosas en regla, y hacer que se respe– ten las leyes. Yo he recibido de ellos las caTtas mas satisfactorias, y ahora les escribo, para que estén muy alerta sobre los díscolos que quieran turbar el orden público. Ponme a los pies de tu madre y hermana, y hazles mil cariños a mis sobTinos; contando con todo el afecto de tu 2 º Manuel de Vidaurre. (19) ¿Qué propos1c10nes no se me hicieron en Madrid para atraerme al partido de la junta? (20) El Anónimo quiere ruborizarme diciendo que los tribunales me dieron padres. Oigase en un renglón esta historia. El Coronel D. Antonio de Vidaurre que lo fue mio, divorciado de mi madre doña Manuela Catalina Encalada e irreconciliable con ella, dijo en su testamento que no había te– nido hijos, y que si justificaba yo serlo, me desheredaba por haber casado con persona desigual y sin su consentimiento. De este matrimonio fuimos dos hermanos, D. José de Vidaurre y yo. Reclamé mis derechos, y la cláusula por su mismo tenor manifestó su objeto. El proceso se halla en el oficio que fue de Emeterio de Andrés Valeriana. De esta clase de causas estaba antes libre el menudo pueblo; las familias sujetas a ellas, se refieren por Pi– taval y De-Agueseau. Aún pende en el Consejo de Castilla la del Duque de Veraguas. En cuanto a nobleza confieso que mis ideas antes eran muy distintas de las que hoy tengo. En el Plan del Perú me he retractado de muchos errores. No tengo más abuelos, que en mi patria. Yo la serviré con tanta fidelidad como sirvieron a los reyes de España los Enriques de Guzmán. Advertencia. Por el ruego que en ciento y dos cartas me hicieron los amigos del Perú, he impreso una de las contestaciones. Doy libertad al autor del Anónimo para que imprima cuanto quiera. No los leeré ni refutaré. Casi estoy decidido a juzgar que su ánimo no fue otro que el turbarme en los útiles trabajos a que estoy contraído en bien general de la América. Ruego también a los que me aman no me r emitan, ni me den cuenta de ningún anó– nimo. Si escribe alguno contra mí bajo de su firma, responderé con decoro en el momento. Si habla en estilo de taberna, daré al desprecio los insultos.

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