Los ideólogos: Cartas americanas

32 MANUEL LORENZO DE V IDAURRE el vicio. Sigue un estado de prueba en que es indiferente el modo de te– nerlo, según juzgaba un genio más perseguido. Confórmate con tu situa– ción, y medita sobre la eterna gloria que te espera, y tú hallarás consuelo. La copa cae de mi mano, yo me ofrezco a sufrir. Veo con horror el suicidio, pero mi tristeza no me desampaTa. Vivamos, amiga mía, aun– que sintamos vivir. CONVERSACION CON FONTENELLE Domingo, 18 de Mayo de 1817. Mi sueño no fue el del gladiador que procura restaurar sus debilita– das fuerzas entre las negras sombTas que le representan el semi expirante, que le fija una vista vengativa, y le asusta aun en el momento mismo que ya no le puede ofender. No fue el del combatiente que logra vencer un león, e imagina cuando dueTme, que ha resucitado, que le manifiesta el fu– ror en sus ojos encendidos, y se ofrece a una nueva lucha presentándole sus amolados dientes. No fue tampoco el del guerrero que en el tiempo de re– poso, oye el estruendo del cañón, el quejido de los desgraciados que queda– ron en el campo, con una vida más penosa que la muerte, percibe el humo que todo lo cubre, y sólo deja ver cueTpos muertos insepultos y desparra– mados: brazos de pobres jornaleros que se venden a vil precio para matar y morir. No fue el del político que al lado de un débil monarca sacrifica la nación a sus intereses, no puede descansar asustado de continuos Temor– dimientos, temiendo los efectos de aquella justicia que desprecia. Yo soña– ba que después de agotar todos los placeres que anima el amor con un des– fallecimiento voluptuoso, había quedado dormido sobre tu pecho; tocaban mis labios uno de esos vasos que la naturaleza destina al primer alimento del hombre, y que una dulce pasión siempre se apropia: que abría los ojos de cuando en cuando, y te veía rndeada de las gracias, los juegos y las ri– sas, que con sus alas esparcían sobre tí un dulce céfiro, y con su podeT po– nían en silencio todos los elementos, para que ningún acaso pudiera des– pertarte. ¡Ay amada mía que cierto es que la verdad tiene en este rasgo mayor parte que la imaginación que la compone! En ese estado me figuro que Fontenelle me dice, apártate mal ciu– dadano del Tegazo de una mujer que será anciana, será falsa, o te habrá de fastidiar con la repetición misma de sus halagos. Deja al afeminado sibari– ta que se eternice entre groseros deleites. El racional no fue criado para saciarse de placeres sino para servir a sus semejantes y unirse con la dei– dad. No marchites con la posesión esa gTande obra de la naturaleza: re– nuncia a su sexo, y trueca los gozos del cuerpo con las delicias del espíritu. Esto me decía cuando abro los ojos, y entonces me conduce a un grande y

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx