Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 35 preciaba la armoniosa música que acompañaba las saludes que se le hacían con el vino, y era una especie de apoteosis en que se ponían a sus pies todos los genios. Estas delicias se amargaban por un pensamiento continuo, de no haber nacido de alta nobleza, ni serle posible emparentar con los prime– ros grandes del reino. Inmediatamente un comerciante que acababa de conseguir una ga– nancia crecida, yo lo sé, porque él lo repite, no porque lo indique la alegría de su cara, llegaba a su mesa, tomaba la pluma, formaba un cálculo, y decía por medidas más seguras la utilidad pudo ser doble. Incomodado deja la pluma, pasea a lo largo del escritorio, y le incomoda un otro pensamiento. ¿Por qué las Miledis y las pares se han de desdeñar de alternar con mi fa– milia? Si ellas no mudan de capricho, con mi caudal trabajaré en su rm– na y veTán que no hay más poder que la riqueza. Suceden a estas sombras otras que al principio me llenaron de res– peto. Era un templo, y en su cátedra un hombre que hablaba de la hu– mildad, del amor del prójimo, de la caridad, del despTendimiento de las co– sas terrenas. Inmediatamente lo veo haciendo las mayores diligencias pa– ra conseguir una mitra. Entro en su aposento y halló uno papeles, corres– pondencia de una joven, cuyos enlaces habían tomado su principio secreto en la confesión. Oigo la dura respuesta que le da a un infeliz que le pedía una gracia muy pequeña, y Tegistro en su habitación muebles exquisitos y adornos que indicaban la más refin ada sensualidad. No tarda en presentárseme una capilla colgada de piernas, estóma– gos, ojos, brazos y cabezas todo de plata. Reconozco que son milagros de una imagen cuyo culto costeaba los vicios de otras personas que habían tras– tornado la naturaleza en su casa. Pero lo más que me horroTiza es un joven que buscaba en diversas estampas el modo de animar sus facultades expirantes. Estudiaba allí lo más horrible de la crápula. Yo le digo: Detente ¿quieres vivir de nuevo? pues fija los ojos en mi amada, y si su belleza no te da vida, no la busques en unos excesos que te acelerarán la muerte. Mi grito me despierta: me hallo sin el filósofo: caídos todos los bastidores, y sin otra compañía que mis angustias y suspirns. SOBRE EL DISIMULO Noche del Domingo 25 de Mayo. He leído que Fernando el católico tenía el arte de disimular, y de saber acomodarse a las circunstancias. Pocos príncipes, dice Maquiavelo, ofrecían más, y cumplían menos. Bajo el aparato de la grandeza, con fra– ses estudiadas y pomposas logró alucinar la mayor parte de la Europa: el

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