Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 39 do poderoso. Dios ama a V. l\I.: Dios guarda y defiende su persona: Dios cuida de sus intereses y los protege. Dios concederá a V. M. una paz tran– quila, un gobierno dilatado, una sucesión numerosa. Estos son los sencillos votos de todos los vasallos de V. M. al con– templar sus virtudes. ¡Quién tuviera una elocuencia encantadoTa para di– bujarlas dignamente! j Pero la elocuencia! Sirva ella a llenar los grandes vacíos que se hallaron en las vidas de aquellos emperadores, sólo grandes, porque fueron menos perverso . El nombre de V. M. formará su historia, y será lo mismo para la posterid ad decir Fernando VII, que el pTÍncipe jus– to, humano, sufrido, católico, el padre de los pueblos. ¿Qué rasgo mayor de piedad que el acordarse un rey de un pequeñí– simo hombre, y de unos descubrimientos que han de haber llegado a sus au– gustos oídos cubiertos del tizne de la negra envidia, y de la pé'rfida calum– nia? Me ordena V. M. que le presente mi obra sobre la curación de la le– pra, en la misma época en que despojado del sueldo que me concedió el ilus– tre padre de V. M. carecía de facultades para llenar el mandato, y aun pa– ra proporcionar el pan a mi familia. Esto ha hecho que el papel se deten– ga hasta el punto en que sacándome vuestro actual Virrey de mi aniquila– miento, me franquea modos de manifestar mi obediencia. Femando pío: rey amado: un anciano en los bordes del sepulcro llega con paso trémulo al altar, presenta el holocausto, y baja los ojos hu– milde a esperar tranquilo el éxito de su ofrenda. Reciba V. M. benigno el fruto de setenta años de estudio, de una contracción sin límites, y de un ex– cesivo amor a sus semejantes. No solicito honores ni Tecompensas. Mi glo– ria consiste en que cuando se escriba la historia de V. M. se diga que la providencia reservó para sus felices días la curación de la lepra, arrancan– do de las oscuras cavernas del lazareto a cien mil desesperados, que morían viviendo entre terribles dolores, y un activo fuego que continuamente los devoraba. Esto, y que V. M. apruebe mis tareas será mi verdadero premio. Perdono a mis enemigos y perseguidoTes. Ruego a aquel que ense– ña a V. M. a ser clemente, no les impute las muertes, yt las penas que por su crueldad han sufrido muchos desgraciados. Nada pido en resarcimiento de mis males, y sólo deseara volar con mi libro a los pies de V. M. y al po– nerlo en ellos, y bañarlos con mis lágrimas, dar el último aliento, y descan– sar en paz en el seno del Señor a quien suplica guarde por muchos años la preciosa vida de V. M. católica para bien de la humanidad y de sus va– sallos. NOTA: D. Baltazar Villalobos, ilustre profesor de medicina, tiene indica– da la curación de la lepra. Muere en el hambre, el oprobio y aba– timiento. Le faltan proporciones para continuar escribiendo su obra, según lo ha determinado S.M. en repetidas reales órdenes. Este ge– nio, honor del Perú fue una de las víctimas del infernal Marqués de la Concordia. ¡Posteridad, recuerda con horror el nombre de un tirano, enemigo de la virtud y los talentos!

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