Los ideólogos: Cartas americanas

46 l\1ANUEL LORENZO DE VIDAURRE se manifiesta resignado: se aviene con la persecución que sufre y las m1- senas. Job no es menos incon secuente : se lisonjea de su viTtud con un tono de orgullo; murmura de la provi dencia, maldice a sus padres, el día y la hora en que n ació, niega la resurrección general, y después la asegura y con– fiesa, t eme y espera en Dios. Est os dos hombres llenos de dolores, y mul– tiplicadas sus penas sobre los cabellos de su s cabezas; agitados, oprimidos, vilipendiados por las mismas per son as qu e les debían amor y respeto, es– taban en un círculo de to rmentos iguales a los míos . Sin duda se expre– saban en términos cuasi de locura en aquellos momentos en que sus cora– zones sumament e cerrados dab an su estallido en cláusulas desconcertadas. Si esto es así, no h ay cosa que parezca extraña, y finalizará nuestra dispu– ta. Nadie disculp a más bien al que p adece o ha padecido que aquel que está padeciendo. Pero ambos libros están decl ar ados por divinos, esto es que todas las cosas escritas en ellos son dictadas por el Espíritu Santo, concurriendo el hombre únicamente con los labios o la pluma. Así decimos en las citas. Lo dice D ios por David en el Salmo 99. Lo ha dicho Dios por Job en el capítulo 11. ¿Cómo creeremos que un D ios de paz que no quería los sacrificios, sino la misericordia, usando de la expresión de un profeta, inspirase ven– ganzas, odios, rencores, sentimientos contra su gobierno y doctrinas con– trarias a sí mismas? Era preciso que creyésemos a la Deidad fuente de los vicios, y no aquella norma, y regla eterna a la que el hombre debe aco– modarse paTa ser virtuoso. Comparemos esos dos libros con el Evangelio. Todos ellos se dice, tienen un origen. El Ev angelio es la voz del ver bo humanado: los Salmos Y el libro de Job la palabra de Dios, por el órgano de esos dos hombres ilus– tres. En el Ev angelio se dicta amar al enemigo, perdon aT las injurias: el Redentor dio el ejemplo y al instante mismo de moriT ruega por los que lo sacrifican, y disculpa el horrendo deicidio. Siendo las tres personas un solo Dios ¿hallaremos esta contradicción entre lo que d ictan el Hijo y el Es– píritu Santo? Aún he hecho otra observación: esta es, que esos Salmos en que abundan las imprecaciones contra los enemigos, son los más usados en los días de semana santa. Tal vez depende de allí el odio que les tenemos a los Judíos; no creyéndolos nuestros pTójimos, y procurando exterminar sus personas, y apropiarnos de sus bienes. ¡Qué distancia tan grande en– tre el antiguo y el nuevo testamento! Fénix m ío, en tí creo, en tí espero, a tí te pido con el llanto más verdadero que me alumbres. Y a V. Paterni– dad que con sus altos talentos me esclarezca para mo rir tranquilo en la fe de mis abuelos y mis padres. Soy de V. Paternidad reverenda un amigo que le ama y le respeta.

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