Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 47 CONTESTACION A LA ANTERIOR CARTA Martes 10. Mi amigo: El estado de la salud de usted me sobresalta. Quisiera que eligie– se usted unos entretenimientos sencillos, y que hiciese un corto paréntesis a sus estudios. E ra yo el más penado privándome de sus cartas. Lo sen– tiría sobre manera, pero lo juzgo pTeciso porque temo se seque el árbol, que da paTa mí unos frutos tan agradables. La crítica que usted hace de los libros de Job, y de los Salmos de Da– vid, ya se ha presentado en otro tiempo, son las contestaciones llanas y sencillas. Comenzaré por el primero, siguiendo en brevísimo compendio lo que han escrito los intérpretes y santos padres, a lo que añadiré algunas pe– queñas reflexiones. Es un error creer, que cuanto contienen las escrituras son máximas divinas. Se refieren las historias, los vicios y defectos de reyes y particu– lares, y aun las más grandes blasfemias. El historiador perpetúa la memo– ria de los sucesos, no los aprueba. Muchos de los Salmos de David son históricos, y referentes a las persecuciones que sufrió de Saul, los atentados de su hijo Absalón, las injurias proferidas por Semey. Los libros sagrados pudieron perpetuar su lenguaje en el tiempo de angustia y opresión, sin jus– tificar del todo el contenido de sus cláusulas. Esta respuesta era suficiente si no se opusiese el uso diario que ha– ce la iglesia de los Salmos. Es por esto que debo añadir, que cuando el rey profeta parece que pide castigos y venganzas, no desea el efecto, sino anuncia lo que sucedería según el espíritu que obraba en éJ. Si en algunos lugares las voces son tan terribles, que no admiten esa aplicación, deben entenderse que las dirige no contra sus enemigos perso– nales, sino contr a los de su Dios. Jesu CTisto mismo que era todo dulzu– ra Y mansedumbre dijo: el celo de tu casa me consume. Se irritó al ver la profanación que se hacía del templo, y jamás dirigió su palabra a los fa– riseos, que no fuese con dureza y amargura. Mis refü:xiones hasta aquí aun creo que no tranquilizan a usted. El que estudia a un hombre conoce lo que le satisface, y cuando aún que– da en ansia: oiga usted otros pensamientos. Los enemigos que quiere ver David consumidos son sus mismas pa– siones. Esas son las que le ponen en la boca del abismo. Ellas militan continuamente contra él. En cada momento ve su ruina espiritual. Cla– ma incesantemente por el socorro y pide al Señor que tome la lanza y es– cudo para defenderlo. Es por lo que los Salmos son aplicados en las igle– sias, y muy conformes a lo que debemos rogar continuamente a nuestro Sal-

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