Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 53 modos de ser útil a sus semejantes, éste tendrá una ciencia verdaderamen– te divina. Este merecerá sentarse al lado del trono de los reyes, y recibirá los más reverentes respetos aunque la primera luz la viese en la Africa. To– do racional que no sea como yo ignorante le hará voluntario los obsequios que ofrezco a V. Paternidad reverenda con esta carta que importa una veT– dadera confesión. Noche del Miércoles 11 de Junio. Continúa mi enfermedad: hice una corta súplica en la mesa y me retiré antes de su finalización. La siesta fue agitada, y en el momento de tranquilizarme se me avisa que un amigo me solicita para conducirme al paseo. SOBRE AUXILIOS EFICACES Y SUFICIENTES Jueves, 12 en la noche. No logré un instante en que continuar anoche mi anteTior carta. Son infinitas las personas que parece se han comprometido a martirizarme. Se me asemejan a los amigos de Job, en sus discursos. Deben presumir que he perdido la facultad de raciocinar y todos lo quieren hacer por mí. ¿Cómo una nave será dirigida por el más sabio piloto, si no está dentro de ella? Para dirigir bien nuestra máquina, nadie es tan apto como cada in– dividuo en particular. Tenemos el timón en nuestro entendimiento, y si él no es bastante Dios o es pobre o injusto. Arrojar un ente débil en los mares de las pasiones sin auxilios suficientes, es el placer de aquellos tira– nos que se divertían al ver los hombres destrozados por las fieras. Yo ten– go hecho mejor concepto de la providencia. No hay peor ateo que aquel que sin negar el sublime autor de todas las cosas, disminuye sus atributos, o figura en él algunos contrarios a su esencia. Lejos de mí la interpretación de los hijos malos y buenos, y la aplicación del barro del ollero. Si Dios no me da todos los auxilios, medios y fueTzas para regirme en rectitud y justicia, yo niego su existencia. De su infinita bondad me vienen los do– nes buenos y las luces. Soy el culpable en no aprovecharlos. No quiero hacerme doble reo, y criminal, suponiéndolo cómplice en mis miserias, o tranquilo espectador de mis males. No seré bueno porque no quiero serlo; pero no porque este padre amorosísimo me haya faltado en cosa alguna de las que pueden conducirme al bien. El tesoro está puesto en mí, y si tal vez no lo uso, es porque un enjambre de impertinentes, me impiden con el tiempo que me quitan el libre ejercicio de mis facultades.

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