Los ideólogos: Cartas americanas

CARTA AMERICA "AS 57 labra para desvanecerla y dejarme tranquilo. No pudo mentir el que obli– gaba a que se le creyese porque decía la verdad. ¿Se quieren pruebas de razón? No diré las de Descartes porque las contemplo verosímiles, pero no evidentes. Los afectos a la lectura de los filósofos modernos, búsquenlo en la filosofía de la naturaleza. En uno de sus tomos que no recuerdo, hallará el mayor convencimiento, no pudien– do presumir el mismo fin en un seductor sanguinario y violento, que en una joven inocente violada y cubierta de deshonor. ¿Será la futurición de Aurelio la misma que la de Heliogábalo? ¿Felipe JI, quedará pacífico en sus cenizas como Em-ique IV de Francia? Hombre temerario: si se quita a los soberanos el temor de una vida que no concluye y donde no hay otros tim– bres que los de la virtud, ¿qué será de la humanidad? ¿Y el Eterno que todo Jo ordenó con sabiduría nos hubiera criado únicamente para que el fuerte destrozara al débil, sin otra justicia que el lleno de nuestros apeti– tos y deseos? ¿Cuál era entonces nuestra distancia de los brutos? Era– mos inferiores. Entre los irracionales se compensan la fuerza con la astu– cia. Es difícil aJ más vigoroso destruiT al pequeño, porque éste halla en el instinto medios para escaparse de su ferocidad. No tiene estos recursos el hombre ignorante y débil. ¿Quién contendTá al poderoso, sino una ley eterna que lo cita para responder ante su criador, de sus injusticias y atro– cidades? Todos nuestros argumentos están reducidos a dos. El primero, que no sabiendo lo que es alma ignoramos sus cualidades. Es el segundo, que habiéndose creído material por muchos, debe ser perecedera. ¡Qué fácil es Ja contestación! Confieso que no se lo que es alma: tengo entendido que el pensamiento y el apetito al bien, no constituyen su esencia; sino son atri– buciones inherentes. ¿Y si no sé lo que es alma, por qué creeré que es mor– tal? Diréis que es preciso en este caso quedar en la duda. Os respondo con uno de los atletas. el gran Rousseau. Este genio pensador decía, ¿se– rá posible el estado de una perpetua incertidumbre sobre la materia que más nos interesa? Es preciso tomar partido, ninguno más seguro que el que se conforma con la justicia de Dios y con la doctrina evangélica respe– tada por los mayores impíos. Cuando nuestra alma fuese material~ cuando fuese un fuego sutil, un compuesto de diversos átomos; cuando en su desenrollamiento siguiendo las ideas de Locke y Condíllac la creamos corpórea de lo que estoy muy dis– tante, ¿era esto contradictorio con la eternidad? ¿Muchos filósofos no cre– yeron la materia eterna con el mismo Dios y sólo nueva su formación? ¿Es– te sistema anticuado no es el mismo que el de turbillones. y no fue él ad– mitido por muchos filósofos? ¿Qué había pues de raro en que Dios hicie– se eterna el alma para su premio y castigo, aun cuando ella fuese material? Contesto el argumento con el argumento, no porque crea una sustancia

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