Los ideólogos: Cartas americanas

58 MANUEL LORENZO DE VIDAURRE extensa al espíritu. Por el contrario, siempre me he opuesto a cuantos equi– vocan estas dos cosas contradictorias entre sí. Se retira el joven protestando lo importuno de la hora; pero en mi imaginación acalorada, ya me deja un nuevo dogal. A mis solas me digo, el grande argumento que he tomado paTa combatir en favor de mi creen– cia, es la remuneración. Esto se salva concibiendo el castigo y el premio en la misma vida. ¿Quién ignora que todas las pasiones cuanto más cri– minales, traen un tortor interno que es un fuego entre el cual no se puede habitar? El que se rntuló omnipotente en lo humano, teme a todas ho– ras a los mismos que le guardan y se le acercan: en los alimentos supone la ponzoña, y en el lecho el ataúd en que va a quedaT muerto su cuerpo. Nerón atormenta a sus amantes y destroza aquellos miembros que sirvieron a sus delicias, por presumir que se comprometen para privarlo de la existencia, y del trono. ¿Quién no ve roído el corazón del Hidumeo en los brazos de su MaTianne, y llorando la muerte que él mismo mandó eje– cutar? No hay paz para los inicuos, y sus entrañas carcomidas son casti– gadas no por otras furias que por sus mismas pasiones. El justo, por el contrario, recibe su recompensa en la misma virtud que practica. Siguien– do la ley escrita en su espÍTitu, goza de la más perfecta alegría: se reviste de la felicidad que causa a sus semejantes. Reconcentra en sí la dicha de todos y parece que se multiplica para disfrutarla. Yo me vi en los bordes del abismo y en los instantes próximos a fra– casar. Como un caminante que seguía seguras las sendas que tenía muy practicadas, y se halla de improviso perdido entre despeñaderos, sin tener luz paTa reconocer su situación, ni una mano auxiliar que le conduzca; que no hace sino clamar a su autor por un sentimiento íntimo y casi inde– liberado; levanto los ojos a la deidad, y hallo en mí mismo la respuesta a mis abultadas reflexiones. Tu fuiste, me digo, un magistrado justo: tú eres un padre de familia amoroso: un vasallo leal; ¿este conocimiento interior te liberta de los dolores causados por la calumnia, por la ingratitud, poT la pos– tergación? ¿No se halla tu alma en prensa agobiada y abatida por pesares crueles y feroces? Si todo es para tí castigo, ¿cuál es la justicia que con– fiesas en la deidad? Continúa creyendo lo inmortal de tu alma, y espera que serás eternamente feliz con aquel seT. No fue menos poderoso para crearte de la nada, que para hacer eterna tu existencia. Después de este combate, quedo en un dulce sueño que te repetiré en otra carta, pues ésta se ha extendido mas allá de mi costumbre. ( *) • En infinitos lugares de los libros de la Sabiduría, en el de los Maca– beos y en otros se habla de la inmortalidad del alma.

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