Los ideólogos: Cartas americanas

CARTAS AMERICANAS 63 SOBRE LA LEY NATURAL Y CULTO EXTERNO Domingo, 15 de Junio. Mi amado Padre y Amigo: Continuando nuestra correspondencia por cartas propongo a V. P. una cuestión tomada del cap. 59 de San Mateo, el que contiene para mí la prueba más clásica de la divinidad de Jesu Cristo. Un puro hombre no podía dictar una moral tan celeste. En todo lo escrito por los filósofos grie– gos, sabios antiguos de Egipto y de Persia no hallamos sino una imagen muy imperfecta y defectuosa. Los intereses, las venganzas se reemplazan por la humildad, el amor del prójimo y el bien general de los hombres. ¡Divino Maestro, somos redimidos con tu sangre, y enseñados con tu pa– labra! Cuando de dos seres diversos nos hubiesen venido estos dos incom– parables bienes, yo sería más agradecido a la doctrina. A ella debo la se– guridad en la religión que profeso: a ella debo la tranquilidad que goza mi alma en los mayores contrastes: a ella debo el desprecio con que todo lo veo, anhelando por las delicias de la patria. Creo en mi religión los mila– gros; mas ellos también se Tefieren entre los bárbaros y gentiles. Respeto la antigüedad, pero se lisonjean de la suya los guebros. Me admira su pro– digiosa extensión, pero estoy cierto que son más dilatados los países idóla– tras y los que han creído en Mahoma. Evangelio santo: Evangelio santo, yugo a que se sujeta el rey déspota, el ruin avaro, el hombre voluptuoso, el guerrero enfurecido: tú eTes la ejecutoria del Dios humanado, a cuya au– toridad no se negará ningún racional. Si, Dios encarnó: estaba profetizado que había de nacer de una vir– gen. David había llorado su pasión. Lo creemos, lo confesamos. ¿Pero cuál fue su ley? Aquí el objeto de esta carta. Expresamente dice, que no vino a destruiT la antigua sino a cumplir– la. Que no quería alterar ni una jota ni una coma. Sigo leyendo todo el Evangelio, y no hallo sino una explicación sublime de los antiguos manda– mientos. El objeto era la justicia rigorosa, la caridad, la enseñanza sobre el desprecio que merecían las cosas terrenas. Advierto que este soberano señor cumple todos los pTeceptos de la ley patria, desde la circuncisión has– ta la mesa pascual. No hallo ningún nuevo artículo de fe explicado en sus sermones. Noto el odio a la hipocresía, y por ella la reprensión más seria a los fariseos. No reprueba las ceremonias legales, pero manifiesta que no se satisface con ellas el culto verdadero a la deidad. De estos principios concluyó, que la ley que vino el Señor a hacer guardar fue la natural. No puedo creer que cuando dijo quería que se ob– servase en toda su extensión la que antes se había dado, hablase por lo res– pectivo a ritos, holocaustos, oblaciones, purificaciones, carnes prohibidas,

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