Los ideólogos: Cartas americanas

70 MANUEL LORENZO DE V IDAURRE Grandes son los inconvenientes hasta aquí expuestos, pues hay otros mayores. ¿Cómo frecuentaban estos cristianos los sacramentos? ¿Podían salvarse sin ellos? ¿Cómo se lavaban, cómo se fortificaban? Casi el pen– samiento toca en el pelagianismo. En cierto modo a la razón se le conce– den fuerzas bastantes para mantenernos en una justicia verdadera. Sabe Usted muy bien que la religión cristiana tiene por base la mu– tua caridad? Esta se disolvía según el sistema de usted. Los ricos y gran– des ponían una línea divisoria a los pequeños y miserables. Los enemigos eternizaban sus odios. Desaparecía el sitio destinado a fomentar el amor, lo diré de una vez: desaparecía el Evangelio. El que está obligado a un fin, lo está también a todos los medios que conducen a ese fin. Si debemos trabajar en nuestra salvación, si de– bemos procurarla, si este debe ser nuestro primer negocio, no debemos se– pararnos un solo punto de la iglesia. Este es el medio que conduce a este fin. No hay otro; este medio nos obliga así como el fin mismo. Temblando paso a hablar de la religión natural en los que no oyeron predicar el Evangelio. En el de San Juan, escrito para manifestar la divinidad de J esu Cris– to conbatida desde los primeros días de nuestra sagrada religión se dice, que el verbo es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. San Cirilo explica que esta luz es la razón natural. San Crisóstomo la juz– ga un rayo de la gracia. Comprendo que para sostener la doctrina teológi– ca, hemos de decir que el verbo ilumina con la razón y la gracia. No po– demos comprender como peque contra la ley, quien no la conoce. No estoy conforme con el parecer de San Agustín, que piensa que esta luz con res– pecto a ciertas personas, es como el sol para los ciegos. La noticia de este astro no puede guiar al que tiene impedidos los órganos de la vista. ¿El sol de justicia y verdad de qué serviría al que de ningún modo puede ver– lo? Los cargos se nos hacen conforme a los dones que hemos recibido: consta así del Evangelio. Según la razón y según la gracia, seremos acusa– dos ante el tribunal de Jesu Cristo. Esta será el fundamento de la salva– ción o reprobación de los gentiles. Los que trabajaron con los talentos que les fueron concedidos, y no los sepultaron en crímenes y vicios, serán sal– vos. Cada uno responderá de sus obras según dice San Pedro en su prime– ra epístola. Y aquél se dirá que ha sido verdadero religioso, que fue lim– pio e inmaculado ante Dios; que visitó al pupilo y a la viuda en su tribu– lación, que no fue manchado con delitos. El texto es expreso en la cató– lica de Santiago. Aun es más terminante San Juan: Hijos, escribe, nadie os seduzca. El que obra en justicia es justo, como Dios es justo. ¿Y quién es este justo según el mismo Evangelio? El que ama a su hermano. La be– ~eficencia general, la beneficencia general, esta es la doctrina cristiana.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx