Los ideólogos: Hipólito Unanue
HIPOLITO UNANUE 89 za al Hospicio de Pobres, que era el dueño propietario. Para reclamar sobre esta resolución marchó a España, llevando consigo cuantos recursos le proporcionaba su casa y el re– sultado fue que se expidiese otra Real Cédula, en 5 de Junio de 1803, en que se estrechaban más las cosas, pidiendo cuen– ta de los productos de la Plaza desde su establecimiento y en que tuve que hacerme cargo por mí mismo, para contra– riar los esfuerzos que hacía el poderoso partido que quería despojarlo de la Plaza. La casa de su habitación tenía más censos que valor y el marqués de Montemira disputaba el do– minio de la parte principal. N'? 3 Que habiendo podido contener el despojo de la Plaza, con los pingües productos que vendía bajo mi administración, socorría con abundancia a su dueño e iba desempeñando sus bienes, cuando en 1809 vino una terrible Real Orden man· dando secuestrar cuantos bienes y papeles perteneciesen a Don Agustín Landaburu, por su adhesión a la causa de la Independencia de América. En consecuencia yo fui separado de su administración y se trataba de confiscarlos y vender· los a favor del Estado. N'? 4 Declaren que habiendo, por una protección de la Divina Providencia, podido impedir el confisco y conseguido se me devolviesen los bienes, administrándolos de cuenta del Estado, como se ejecutó bajo de mil trabas, proporcionándoseme ir a España, como diputado por la Provincia de Arequipa, en· contré la ocasión de hacer cuanto me fue posible a favor de Don Agustín y sus bienes, más al llegar a Cádiz, a fines de julio de 1814, me encontré con que había muerto en Lon– dres, sin haber podido conseguir se le devolviesen y que ha– bia subsistido con los auxilios que últimamente le había yo remitido. Así pues, murió sin dejar otros bienes que pleitos graves, ni fondo alguno para poderlos seguir, pues aunque yo en el tiempo que administré los bienes de cuenta del Estado, enterré más cien mil pesos en sus cajas, no se me quiso dar ni un solo real de auxilio para mi ida a España, exigiéndo– me anualmente cuenta rigurosa . N'? 5 Declaren que sólo por una manifiesta protección de Dios pude yo conseguir en España, se me devolviera los bienes de Agustín Landaburu y hasta se reconociesen a un interés moderado, los cien mil pesos que ya habían ingresado en las Cajas Reales, entretanto que podían pagarse. De esta suerte, de una solicitud tan inventurada, que después de gastados
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