Los ideólogos: Hipólito Unanue
HIPOLitO UNANtJe XXIII le caracterizaba, procurando llegar a un acuerdo que evitase los estragos de la guerra. Pero las negociaciones fracasaron y se pu– blicó un manifiesto realista en términos injuriosos al ejército li– bertador incluyendo su nombre sin haber suscrito el original. Su protesta no se hizo esperar, desautorizando en nota aclaratoria al representante del gobierno español. La nota de Unanue circuló_ pro– fusamente y llegó a manos del ejército patriota, causando natural satisfacción. Y es que el sabio, siendo la máxima autoridad inte– lectual del virreinato y uno de sus hombres más representativos, tuvo el gesto gallardo de expresar libremente su desacuerdo con los jefes realistas. Fue "la acción más sublime y el golpe más fuer– te que se puede haber dado al gobierno de Lima", según certera afirmación de Juan García del Río en carta dirigida al prócer Ber– nardo O'Higgins. Varios documentos de esta colección permiten seguir los pa– sos de Unanue como Ministro de Hacienda, nombramiento que re– cibió de San Martín· poco después de proclamada la Independen– cia. A pesar de la penuria económica en que se hallaba el Tesoro Público, desarrolló una eficaz gestión administrativa. Su principal medida consistió en la creación de un banco auxiliar de papel mo– neda, a fin de habilitar el circulante necesario para las campañas militares y para el fomento de la agricultura y el comercio. Como miembro del Consejo de Estado su actuación ha sido discutida e incluso criticada por haber apoyado las ideas monárquicas de San Martín, Monteagudo y García del Río. Estimaba Unanue que el país no estaba preparado para el cambio brusco de la monarquía a la república y presintiendo la anarquía que iba a sobrevenir se inclinó -como anota José de la Riva Agüero y Osma- "a la au– toridad mas o menos completa, bajo un infantado de la dinastía metropolitana". Unanue representa en aquella época agitada de desmanes y odios exaltados, de pasiones y rivalidades y de ambi– .ción descontrolada por el poder, el equilibrio y la serenidad que necesitaba el país para hacer frente a su nuevo destino con orden, con cordura, cort criterio ajustado a la realidad del medio y del tiempo. Su preferencia por la monarquía constitucional le valió enemigos e incomprensiones, sin que por ello perdiera jamás el respeto que merecía entre sus contemporáneos por la rectitud de sus principios y por la honradez que caracterizaba a todos sus ac– tos. Manuel Lorenzo de Vidaurre, uno de los grandes ideólogos de la época, se refiere a las ideas monárquicas de Unanue en su dis– curso sobre las leyes que convienen al Perú: "el temple del alma
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