Los ideólogos: Hipólito Unanue
HIPOLITO UNANUB 705 man inmediatamente los intereses generales de la patria, su cré– dito exterior, y nuestro honor. Para la ejecucion de un designio tan saludable á las Repúbli– cas de Chile y el Perú, considera S .E. el Libertador oportuno el tiempo despues de la rendicion del Callao, porque entónces sobra– rán fuerzas y buques para unirse con los ·de Chile; y considera tam– bien, que por las divisiones en que se halla este Estado, sea yo lla– mado para apaciguarlo, en cuyo caso ó sin él, se me consulta so– bre el caso. Consecuente á la voluntad de S. E. y á mi constante aspiracion á la felicidad comun, no puedo ménos que observar, aun– que se conmueva toda mi sensibilidad, que yo descubro en la actual administracion de Chile disposiciones muy contrarias á los senti– mientos é intereses de la comunidad que preside, para obrar de acuerdo y con sinceridad en la union de fuerzas que desea S .E. El retroceso á Coquimbo de la expedicion á Intermedios es una de las pruebas inequívocas de esta verdad. Ni el Gobierno de Chile, ni el Jefe de estas fuerzas, á pesar de meditadas combinacio– nes, han podido justificar hasta el presente aquel cargo, por más que se hayan empeñado los periodistas comprados al efecto en Chile y Buenos Aires. Si bien se vió salir de Valparaiso la division de la escuadra que hoy bloquea al Callao, ¿quién ignora que el te– mor á las responsabilidades forzó esta medida arrancada por el clamor público que lamentaba la inaccion del Gobierno en las crí– ticas circunstancias que se encontraba el Perú, y que las amena– zas populares y sérias convulsiones obligaron al Directorio á to– mar el temperamento contrario á las ideas oscuras y miserables que separaron el ejército de Chile de las costas del Perú? Por otra parte, ¿cuáles son las fuerzas de Chile con que se cuen– ta para la expedicion? ¿Cuáles sus recursos? No los diviso, y lo que es más sensible, abrumada aquella República por esa carga de fie– rro de las facciones que la hacen sucumbir y rendirse á la efer– vescencia de los tormentos hasta la última degradacion, no se en– cuentra un lenitivo á tamaño desórden. Constituidas en las pro– vincias Asambleas soberanas, apénas hallaran en su despacho tro– pas y fondos para divertir su ambicion de dominio y desolacion. Por último, cualquiera que sea el órden actual de Chile, es bien sabido que el Gobierno carece de opinion, que no hay absoluta– mente fondos, que los partidos trabajan mútuamente por destruir– se, y que su decantada tranquilidad no ha sido más que una cal– ma aparente, que debe concluir por una convulsion cuyas conse– cuencias no es fácil prever. Aunque el voto de la parte sana de aquellos pueblos ha deseado y posteriormente anunciado sus da-
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