Los ideólogos: Hipólito Unanue

IllPOLITO Ul\t\XUE 7 de las transpiración destinada á purilicarla, y formar al rededor de nosotros una peculiar Atmósfera, que imitando á un blando vapor conserve flexible la circunferencia del cuerpo. Pero sujeto á los transtornos de todos los seres criados, suele ser el origen de nuestra destruccion por sus varias calidades. Si se llegase á inflamar con un calor mayor que el del cuerpo humano, y permaneciese en calma, pereceríamos sin duda (8); ya por que sería tal la rapidez y expansion de la sangre impelida por su propio fuego, é irritado por el del ayre, que no encontraría en el Pulmon capacidad suficiente para poder pasar, ya por que di– sueltos los humores se exhalaría con ellos la vida. Las experien– cias con que Antonio de Raen, y Alberto Haller (9), quieren per– suadirnos que el hombre puede respirar sin la menor lesion en un calor superior al suyo, serán tal vez verificables baxo de un ayre que cargado de algunas partículas frigoríficas, no cese de soplar, y extinguir por instantes accion tan violenta: si acaso no es cierto que algunos rayos de luz repelidos por los objetos veci– nos sobre los Termómetros en cuya observacion las fundan, la diversa construccion y recipientes de estos, el querer comparar el calor de un clima, con el que tiene un hombre que habita otro diferente, y otras circunstancias iguales, han producido estos fenó– menos incapaces todavía de establecer ley en la Taturaleza. Quando no sea tan intenso el calor del ayre, y solo lo reduz– camos al que hemos sufrido en la estacion pasada, moderado en muchas horas del dia por el viento Súr: esto es quando lo reduz– camos á 78. grados de Fahrenheit, á que equivalen los 34. de Reaumur: en este caso no seremos expuestos á una muerte acele– rada, solo si nuestros humores, despojados de toda su humedad, contraerán la disposicion que arriba notamos. El fuego interior reducido por el del ayre á 86. grados (1 O), hará circular la sangre (8) Boerhaave l. e. pág. 103 = Sánchez: Salud de los Pueblos pág. 7. (9 Ratio Medend . t. l. p. 116. = Haller Physiolog. t. 2. p . 30. (10) Siendo el ayre ménos caliente que la atmósfera que forman los vapores transpirados por el cuerpo humano, mesclado con ellos rebaxará su incendio igual al interior de.! cuerpo, y por consiguiente atemperará á este. Si se quiere determinar quanto número de grados disminuye el ayre el calor de la sangre, supondremos que la atmósfera terrestre, y la del cuerpo humano son de igual densidad, y que se mesclan en iguales porcio– nes. Esto supuesto mul tiplicados los diferentes grados de calor por sus ma– sas, y dividida la suma por la de las masas el resultado indicará los gra· dos que se rebaxan. (Richman Dis. de calore.) Sea A la atmósfera terres·

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