Los ideólogos: Hipólito Unanue

14 JORGE -1.RIAS·SCIIRflDER Pf71 T nazaban in\'adir en el Oto.'ío, prononicndolcs igualmente las pre– cauciones mas oportunas, para hacerla ménos funestas. Con el propio designio, y el de acreditar la seguridad de nuestros pro– nósticos, publicamos ahora su resultados. Se extrañará que sien– do las con eqüencia del \'aticinio dirigido al tiempo mencionado, salgan á luz entrada ya la Prima\'era. Semejante retardacion es hija del ca1ácter de las epidemias, e inconstancia de las estaciones. Se sabe, que las primeras acostumbran nace r y terminar con los equinoccios, extendiendo sus periódos desde el que les da el ser, hasta el siguiente que las finaliza (3); en especial quando los tiempos del año no guardan el tenor debido, propagándose las constituciones del uno hasta los términos del otro (4). De esta naturaleza ha sido el Otoño que acabamos de tolerar. Sus té1minos se prolongaron hasta los del Invierno. Notamos (5 ), que al dar principio empezaron á ponerse frias las mañanas, y permanecer caluroso el resto del dia. La misma alternativa y bo– chorno continuó de suerte que á mediados de Agosto todavia se hallaba el Termómetro de Farenheit en sesenta y ocho grados. En todo el referido intcn·a lo los Sures f uéron escasos y blandos, y los vapores tan raros, que no solo no podían reunirse para pro– ducir la garua que purifica la atmósfera, y \'is te la tierra de un verdor amable. sino que disipándose facilmcnte con las impresio– nes del Sol la exponian á ser herida de sus rayos. Aumentábase por esto la fermentación de los lugares pantanosos las exhalaciq_– nes pestilentes, la sequedad y recalentamiento de la tierra, y subia á un alto punto la corrupcion del ayre, sie·ndo un claro indicio de ella la multitud de moscas que no se extinguian. A mediados de Agosto empezó á variar el aspecto del Ciclo condensándose los celagcs, y cayendo alguna lluvia. Pero á los fines del propio me5 volvió á tomar el tenor antecedente, y siguió has ta el equinoccio de la Primavera, que dando fin al Invierno terminó igualmente las enfermedades que venian desde el Otoño. Combinando los grandes ardores que le precedieron con la hu– medad del terrenc en que vivimos, y la llm ia que se experimentó en algunos dias del Estio &c. recelamos dominaría en él una general putrefaccion, y que habiéndose adelantado al equinoccio las ter– cianas y disenterias, unas y otras serían freqüentes, perniciosas y del carácter enunciado, y así lo vaticinamos. En efecto, el tiem- po verificó la rectitud y firmeza de nuestros pronósticos; pues (3) Van·Swieten ad aph . 1412 (4) Hipp, aph. 4. Lib . 3. (5) Mercurio Peruano T . l. pag 279.

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