Los ideólogos: Hipólito Unanue

18 JORGE ARIAS-SCHREIBER PEZET pulso freqüente, abatido, ó duro con indicios de inflamacion, ori– nas crudas, ó muy encendidas, biliosas las primeras evacuaciones y pestíferas, convulsiones en las mugeres, y determinados perió– dos en que incrementándose la fiebre por la noche, se aumentaba igualmente la violencia de las evacuaciones. Uniase á estos sínto– mas, movimiento á vomito, un gran ruido y mucho ayre en los intestinos (12), retortijones y pujos molestos. A proporcion que iba durando Ja enfermedad, se aumentaban violentamente todos estos síntomas, y añadían otros. Las fuerzas se abatian en extre– mo, la lengua se secaba, aparecia un dolor tenaz en el hipocondrio izquierdo, 6 a l r ededor del ombligo, venia por instan tes el estí– mulo á deponer, presentabanse las evacuaciones con variedad de colores, hedor intolerable, mezcladas con mocosidad, sangre ra– mentos de la tunica felposa de los intestinos. El recto se irritaba, ulceraba y afloxaba el músculo esphinter. La misma irritacion comunicada al de la vexiga causaba diticultad, y aun retencion de orina. En el último grado de estas calamidades se fixaban los ojos, cubrían los parpados de un círculo amoratado, sobrevenía el hipo, una universal atonía, y la muerte. Fueron sensibles y multiplicados los extragos que ella hizo burlándose del arte y sus socorros_ Pero deberémos confesar, que lo propio acontece en todas las partes del Globo, quando aquella dolencia es acompañada de ese carácter pernicioso que en los países calientes emplea todo su furor. Se ha esparcido, que entre nosotros se conserva un específico que lo reprime y quebranta. ¡Oxala fuéra así, y que tuvieran nuestros conciudadanos este nue– vo y celestial socorro! Entre tanto no nos cercioramos de su eficacia, podremos decir con un Sabio, que no hay otro específico, sino el remedio que se aplica en el debido tiempo (13). Lo serían en nues tro clima la sangría, la Ipecacoana y la cascarilla, si así se executase, y no se opusiesen tantos obices á sus saludables efectos. Consisten aque– llos por la mayor parte en la poca limpieza, y en ciertas preocupa– ciones del Pueblo y el inmenso número de Agirtas que lo infes- ( 12) Aunque muchos Prácticos no hacen mencion de este síntoma, es cierto que el fiato en los intéstinos puede considerarse como uno de los signos patognomónicos de la disenteria, en la que produce dos efectos que pueden engañar á los poco exercitados. Tales son el eructo y el hipo en los principios del mal; pues dependiendo entonces de esa gran copia de ayre, ni el primero es saludable, ni el segundo mortal . (13) Boerhaave. Praefat ad Libell. de Mal. Médic .

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