Los ideólogos: Hipólito Unanue

20 JORGE ARIAS·SCHREIDE R PEZFT histéricas. Fácilmente se comprehende, que consistiendo sus do– lencias en una extrema aridez de nen1ios habrán tenido inlinito que sufrir con la sequedad que se ha experimentado en el Otoño, y el Invierno. De los tísicos no solo han perecido los que venian declarados por tales desde las estaciones anteriores, sino tambien alguno de aquellos que teniendo una disposicion orgánica, ó hu– moral hácia la enunciada enfermedad, se hallaban en el periodo crítico de los veinte á los treinta y cinco años. El Señor Don Antonio Ulloa creía que la propagacion de la tisis en este Pais venturoso, no era tanto un efecto del clima, quanto de la falta de cuidado en quemar las ropas y ajuares contagiados (16) . Hoy que vemos zelarse este punto interesante de Policía, esperamos que en lo futuro sean menores los extragos, y se vaya rebaxando éste accidente pernicioso. La misma confianza nos asiste en quan– to á las epidemias que hemos referido, por el nuevo plan de lim– pieza que se ha proyectado y executa baxo del gobierno de nues– tro esclarecido Xefe. Encargamos á los que dirigen un asun to tan importante, procuren sacar en Ja actual Primavera los grandes muladares que se hallasen en el centro de la Ciudad sin reservar ninguno para el Estio, pues el tiempo anuncia sera muy caluroso; y si se revuelven entonces esos depositos de miserias corrompidas y fermentadas, se inundará la atmosfera de exhalaciones, que nos causen graves daños. Aunque quando reyna alguna enfermedad epidémica, suele comunmente cesar el resto de calamidades que invaden a l cuerpo humano, ó si aparece alguna, participa del mismo carácter epidé– mico; acontece no obstante ocurrir en medio de las mas fuertes Y universales una, ú otra enfermedad, que nace y corre sus términos sin tener la menor relacion con la constitucion general del tiempo, por cuya razón las nombraba el docto Sydenham, enfermedades intercurrentes. De este género fueron algunas pleuresias que hubo en las estaciones anteriores. La Sociedad, pues, empeñada en ser util al Público por quantos medios le es factible, y conociendo, que del empirismo se han sacado los mejores medios que posee la Medicina, encargó á su Profesor experimentase los efectos de la penca de la tuna (17), puesta, cortada, y soasada sobre el lado adolorido. En los Valles, y en especial en la Sierra se recomenda– ban sus virtudes, y numeraban mil prodigios; pero no correspon- (16) Ulloa Viagc. t. 3. pag. 120. (17) Cactus opuntia Linn. Spec. Plant. pag. 468, edil. 1733 .

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