Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUE 23 2. Cuanto nos acontece en la contemplación de todo el uni· verso, sucede proporcionalmente en la de cada una de sus partes. Acerquémonos al cuerpo humano, en quien brilla la inteligencia del Ser supremo con el mismo esplendor que su magnificencia en la creación de los cielos. Mil veces tocamos y medimos con nues– tras manos las admirables y singulares proporciones de su figura exterior (1 ) . Observamos las de sus entrañas, y una serie conti– nuada de experiencias y combinaciones nos persuade la unifor– midad que guarda la naturaleza en la fábrica de la primera de sus obras. Sobre estos elemen tos indagamos las causas, arregla– mos los sis temas y deducimos métodos, al parecer invariables, para conservarla y forzar, si es posible, la barrera opuesta a su duración. Pero cuando más satisfechos creemos haber encon trado el origen ae la vida y de la muerte, y que se nos ha confiado la potestad de ser los árbitros entre una y otra, un nuevo orden nos sorprende, una organización inversa destruye los elementos de nuestra ciencia, arruina los sistemas y falsifica las conjeturas. 3. La historia de la ana tomía, que es la de las revoluciones físicas del cuerpo humano, presen ta varios casos de este género. El que vamos a referir debe colocarse entre los más singulares. Por esta razón lo preferimos a algunos otros de datas pQsteriores, que se han ido acopiando para publicarlos en los lugares desti– nados en nuestro periódico a la importante ciencia de Ja anatomía. 4. Francisco Agulla, europeo, de oficio marinero, de un as· pecto que represen taba 40 años de edad, de complexión robusta y sanguínea, hacía largo t iempo gozaba de una salud cumplida, en que la respiración y todas las demás funciones vitales, así como las animales y naturales, se ejercían con expedición y arreglo. El día 13 de mayo del año de 1786, después de haber reposado la comida, que compuesta de arroz, carnes y agua natural por bebida, fué bien frugal, sintió hacia las tres de la tarde un dolor sobre el hipocondrio izquierdo, que corriendo por debajo de las costillas falsas hasta las más altas de las verdaderas, figuraba un afecto pleurítico. Juzgando sería originado de algún flato, tomó para di- (1) Los naturalistas que colocan el mono y el salvaje ora11go11ta11g en Ja clase humana, creyendo son una variedad de su especie, no han ad– vertido seguramente que jamás se encontrará entre las bestias un modelo del Apolo del Vaticano o de la hermosísima Venus de Médicis . El hombre sólo tiene consonancia con la Divinidad .

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