Los ideólogos: Hipólito Unanue

28 JORGE ARIAS·SCHRE113ER PEZET ginado de una hernia formada por el colon y el diafragma; hernia singular, no conocida hasta ahora en la medicina, y que con el nombre de entero diafragmatocele deberá colocarse en la clase de las hernias, si agradase a los ilustres manes de Sawages y Linneo. 13. Acometido el diafragma de alguna irritación o convul– sión espasmódica, se contraj o con fuerza el anillo (párrafo VIII); ajustó al colon, y no permitiendo circular la sangre, ni los materia– les y flatos contenidos en todo el retazo del pecho, se inflamó y agangrenó. ¿Y no sería esta inflamación la que figuraba el dolor picurítico (párrafo IV)? La pleura estaba intacta (párrafo X). ¿El dolor de la ternilla xifoides al hipocondrio y los conatos a l vómito, ( párrafo V) no indicaban con claridad los puntos de donde empe– zaba la contracción del diafragma y la tirantez que producía? Ella era seguramente de la circunferencia a l centro; pero se hará repa– rable que hubiese ta l irritación sin el síntoma de la risa sardónica. La historia de la medicina nos enseña puede verificarse un parafre– nitis sin ella (16). También puede suceder que sólo padezca un lado del dia fragma, y entonces quedará ileso el hipocondrio opuesto. Sabemos que después de la muerte suelen aflojarse los intestinos dilatados por el aire (17); y de aquí es consiguien te proviniese el estado en que se encontró la parte del colon que corría del ciego al anillo (párrafo VIII) . Todas estas ideas nos ofrecen una nueva explicación de los fenómenos de este cólico, expuestos an tes (pá– rrafo VII) por las doctrinas generales. Por éstas igualmente se comprende que la dificultad en respirar, precipitación e intermi– sión del pulso (párrafo V) debían aumentarse en la propia razón en que se engrosaba el colon y oprimía los órganos vitales (párra– fo IX). Finalmente, que si este raro accidente admitía algún reme– dío, éste debía encontrarse en la sangría, el opio y los laxantes. 14. Segundo. Puede dudarse si la penetración del colon a l pe– cho se originó en fuerza del mal, o si Francisco Agulla tuvo siem– pre la disposición de vísceras que hemos descrito (párrafos VIII y IX) . En apoyo de la primera parte de este problema, se ofrece el que las hernias se forman comúnmente en aquellos lugares de la periferia del vientre que desamparan las fibras muscu lares (18). Las vísceras empujadas con violencia fuerzan precisamente los sitios (16) Haen, tomo III, pág. 31. (17) A morte omnia flaccescunt. Haen, tomo III, pág. 82. (18) Académ. de chirurgie, tomo VIII, pág. 336.

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