Los ideólogos: Hipólito Unanue

32 JORGE ARJAS-SCHREIBER PEZET por Habicot, quien asegura tenía 25 1/2 pies de alto (2). Quizá los mencionados patagones, cuya estatutra se regula de 9 a 13 pies, son reliquias de aquellos formidables gigantes que, desembarcando en 1<1 punta de Santa Elena, se irían propagando hasta las tierras ma– galfánicas . Por estas razones, parecía oportuno que, habitando nosotros esta parte del globo, poblada en otros siglos de gigantes, ejercitá– semos nuestra pluma en la resolución del problema sobre su exis– tencia . Pero como la materia que han ilustrado los Jaucourt, Hans– Sloane, Buffon, Haller, Torrubia, Daubenton, etc., no puede tratar– se sin un crecido número de nuevos monumentos, sobre los que puedan adelantarse las reflexiones y las conjeturas que necesitan algún tiempo de incubación, por no defraudar al público del placer de lo maravilloso, le adelantamos al número 135 la noticia de Pe– dro Cano; y por Ia misma razón vamos a describirla en el presente a Basilio Huaylas, de enorme corporatura, que acaba de ser con- memoria de que los hubiese corpulentos antes de la conquista hecha por los españoles), sino marinos, restos del diluvio universal. Abrazamos desde luego esta opinión; pero preguntamos, ¿por qué no se encuentran en las profundas quebradas de la Sierra, en que era más natural se empozasen y pereciesen, al retirarse las aguas? (2) Riolano y Daubenton impugnan a Habicot, fundándose por la ma· yor parte en la desproporción que se deduce de su historia, tenían los miembros del gigante. Por ejemplo, asegurando tenía 25y 2 pies de alto, les da JO de ancho a las espaldas. «Desproporción inaudita. Un esque– leto humano de 5 pies de alto no tiene más de 13 pulgadas ele latitud; por consiguiente, un esqueleto de 25 pies, no debería tener más de 5 pies y 3 pulgadas por las espaldas; y una latitud de 10 pies, supondría un gi· gante de 50 de allura». No pretendemos justificar la relación de Habi– cot; pero nos parece que el argumento que se Je opone es de ninguna fuer– za. En los gigantes, así como en los enanos, no se ha de buscar aquella sabia y hermosa simetría que sigue la naturaleza en el resto de los hom– bres. Son aquéllos unas variedades, o unas producciones monstruosas, que se aparta n por lo común del orden regular; y así como no sería racional negar la existencia de los bicípites, porque todos los hombres tienen una sola cabeza, tampoco la de los grandes gigantes, porque no guardan pro· porción en sus miembros. Si se hubiese de seguir el método de impugnar de Daubenton, se diría también ser falsa la relación que nosotros hace– mos de Basilio Huaylas; pues dándole cerca de tres pies de latitud a sus espaldas, no debían corresponderle 7 pies de alto, sino más de 12. Y si las medidas se hubiesen de deducir de sus manos y dedos, apenas se le po– dría dar de 5 a SY:! de altura; pues ni Ja palma de la mano corresponde a lo largo de sus brazos, ni menos los dedos que aunque gruesos, son bien cortos .

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