Los ideólogos: Hipólito Unanue
HIPOLITO UNANUE 49 cuando todos los viajeros de Europa conviene en ser el del Paraíso, d temperamento de Lima. La constitución del cielo influye en los seres organizados que habitan debajo de él. Pende de aquí especialmente el tono de Ja naturaleza productiva y la calidad de sus pastos. Por esto en los tiempos antiguos, en que florecieron las ciencias, el estudio de los climas fué uno de los que mejor se cultivaron. En el día ocupa la atención y los trabajos de los primeros filósofos de Europa. La Agricultura, madre de la subsistencia del hombre, y la Medicina, protectora de su salud, sacan de continuo utilidades incalculables de tan importantes aplicaciones, fecundas en bienes y verdades. Siguiendo los pasos de estos ilustres genios, he querido tam– bién examinar las verdaderas calidades de la temperatura de Lima y los efectos de sus influencias sobre los entes organizados, el hom– bre, principalmente. El primero y principal fundamento en este género de trabajos debe ser la observación. Como el talento huma– no es limitado, no puede siempre sorprender todas las circunstan– cias que hagan determinar por constante cualquier parte del tiempo, cubierto de variaciones y metamorfosis. Dejo a los que vengan detrás de mí la tarea de moderar los extravíos que pueda tener mi imaginación, y modificar mis equivocaciones y errores: horno sum, nihil humani a me alienwn puto. (Terent.) Esta obra la divido en cinco secciones : La primera compren– de Ja his toria del clima registrado desde todos conceptos. La se– gunda, expone sus ifluencias en el reino vegetal, en los animales y en el hombre en estado de sanidad. La tercera, trata del clima como causa de las enfermedades que padecemos, Se exponen éstas i.ucintamente y se es tablece el régimen conveniente para evitarlas. La cuarta, propone el método y medios generales para curarlas, tanto por los esfuerzos de la naturaleza como por los recursos del arte médico. En la quinta, se recurre al año médico, tomando por ejemplo el 1799, para comprobar con hechos las máximas y observaciones que contienen las secciones anteriores. Cada sec– ción se devide en los párrafos que se indican a continuación en esta Introducción. Aunque mi propósito es mantener en las tres partes un juicio imparcial, en cuanto alcance el estudio y atención que he puesto en esta materia, no siempre podrá la pluma sujetarse a la auste– ra y rígida narración de los hechos y observaciones a la vista de Ja majestad y pompa con que la Naturaleza ha rodeado a esta glo– riosa capital.
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