Los ideólogos: Hipólito Unanue

H!POLITO UNANUE 57 rrera, que sigue la del sol, tiene sus gradaciones y retrogradacio– nes conforme al temple del día, originado de Ja alternativa del sol y las nubes. Asciende a proporción que aquél alumbra más horas, y si después de colocado medio o un grado más alto, se siguen uno o dos días cubiertos, vuelve a bajar la misma canti– dad . Su variación diurna en los días nublados, no es notable; en los días varios y sol despejado es, por lo común, un grado; sube dos tercios hasta la una de la tarde, y un tercio más hasta las cua tro, hora de su mayor altura en estío, a cuya en trada y salida acontecen las más notables de sus variaciones. En la noche des– ciende las propias líneas que subió entre día, con algunas más si caminamos al invierno y menos si se acerca el estío. S. El barómetro se mantiene regularmente a la altura de 27 pulgadas, 4 líneas variando sólo de dos a cuatro líneas sin or– den estable, según nuestras observaciones (16). Pero el sabio ba– rón de Humboldt descubrió guardaba un flujo y reflujo constan– te en las vei nticua tro horas del día. A las cinco de la mañana co– mienza a subir hasta las nueve, hora de su mayor altura; entre las nueve y doce del día se mantiene casi estacionario; luego sigue comparación del calor con termómetros de Farenheit, en los sitios que se indican, siendo el estío muy caluroso: En cuarto abierto 80 Fuera del cuarto en la sombra a tres varas del sol 87~ Herido por el sol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106~ Calor del agua a la sombra . . 74 En los pozos a vein tisiete varas de profundidad. 70 En el mar a tiro de fusil de la costa y a dos brazas de profundidad 65º Calor del cuct po humano sudando . . . . . . . . . 96º (16) El barómetro sube dos líneas en el estto y baja las mismas en in– vierno, ni le he observado otra mutación que la de dos o tres líneas que extraordinariamente tuvo de ascenso la mañana del 30 de abril de 1808, indicando el viento sur más fuerte que he notado en esta capital, y sopló con violencia de las once de la mañana a las dos de la tarde, esparcien– do un polvillo colorado hediondo. Siguióse a este viento en la costa esca– sez de aguas, toses y catarros, que permanecieron hasta el mes de diciem– bre. A mediados de él comenzó a aparecer al sudoeste, entre el cerro de los Chorrillos y el mar al ponerse el sol, un crepúsculo vespertino que iluminaba la a tmósfera: lanzábase del horizonte norte sur hasta el cénit en forma de cono, brillaba con luz clara hasta las ocho de la noche en que se extinguía; y esta escena se renovaba todas las noches hasta media– dos de febrero en que desapareció.

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