Los ideólogos: Hipólito Unanue
58 JORGE ARIAS-SCHREIBER PEZET bajando hasta las cuatro de la tarde; a las siete vuelve a subir has– ta las once; se mantiene quieto hasta las doce de la noche, y de aquí igue descendiendo hasta las cuatro y media de la mañana. Perío– do que notó por muchos días consecutivos este excelente filósofo en el mes de diciembre de 1802, en que estuvo en esta capital . En 1812 comprobó en Lima y otros lugares al sur, mi amigo Samuel Curson. de la América del Norte, estas observaciones de Humboldt con el barómetro de montaña de Englefiel, constru ído por Berge y recién llenado en esta capital. Entre unas y otras observaciones, hay algunas pequeñas diferencias, y se necesita examinar con proli– jidad si estas variaciones barométricas tienen relación con las de nuestros vientos, coincidiendo en las mismas horas. 6. El temple que perciben nuestros cuerpos, proporcionán– dose generalmente al que indica el termómetro, difiere en especial, con respecto a los vientos, a las nubes y a la lluvia que reinan . Los vientos nos refrescan en lo más caluroso del tiempo, y si calman, sentimos un fuerte bochorno, aunque no varíe el termómetro. Las lluvias nos minoran la sensación del frío, y éste, si para, nos mo– lesta, aun sin alterar el termómetro. Menos sensible el termóme– tro que el cuerpo humano, necesita ser afectado por más tiempo y fuerza. Las nubes que se interponen entre nosotros y el sol, en enero y febrero . nos p roporcionan, a pesar de la cercanía del astro, la más agradable temperatura de la tierra . Las causas de estos fe– nómenos van a desenvolverse en la historia de las variaciones par– ticulares que inducen en la atmósfera los cuerpos celestes, habién– dose ya alumbrado las más generales. V Influencias del sol y estaciones del afio 1. La proporción que guarda bajo de nuestro clima, la acción recíproca del calor y la humedad, o del sol y las nubes en casi todo el año, hace que también nuestro temperamento sea casi igual en todo él, sin la notable diferencia de estaciones que causan las fuer– tes variaciones en las zonas ultratropicales . Nosotros sólo distin– guimos dos tiempos: uno de estío en que el calor nos hace tomar ropa delgada al llegar el solsticio, y otro de invierno en que el frío
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