Los ideólogos: Hipólito Unanue

68 JORGE ARIAS·SCHREIBER PEZET rúa, que cae entonces, es más gruesa, porque, descendiendo sus gotas de mayor altura, pueden reunirse unas a otras . 5. En el solsticio de junio y equinoccio de septiembre toma tanta fuerza el soplo del sur, que rompe la a tmósfera y disipa los vapores, empujándolos a la sierra; pero como luego afloja, esto mismo motiva el que amontone más vapores sobre los llanos, en– tonces bastante fríos, por la frecuencia con que corren los nortes a la mañana . 6. En el tiempo del estío la acción del sol es fuerte, la evapo– ración marítima, en consecuencia, muy abundante. En el estío, cuanto mayor el calor en la costa, tan to más abundante La lluvia en la sierra. Pero como los vapores son muy volatizados van a pa– rar a la parte más alta de la atmósfera, y superan las cimas de la cordillera, donde, condensados con el frío, vierten la enorme canti– dad de agua que ha pasado sobre nuestras cabezas, sin que pudié- semos percibirla por lo atenuado de sus vapores (30). En estas cir– cunstancias, si al caer el sol no ha podido pasar de Lima algún nubarrón que va a la sierra, se condensa con el fresco de la noche, y cae una lluvia gruesa, por descender de mucha mayor elevación que en invierno, a causa del calor que exalta los vapores . 7. Si a los fuertes calores se juntan frecuentes y recios vien– tos del sur, a las masas de vapores que eleva la acción solar se une la que arrastran los vientos australes, corriendo por las espaldas del Océano . En este caso están reunidas las fuerzas evaporantes de Jos vientos y el sol, y ambas concurren a elevar y empujar las nubes espesas a la sierra; pero como la acción solar se disminuye en el ocaso y el sur para a las diez de la noche, suelen en estas circunstancias quedar estancadas muchas nubes a la altura media de la cordillera y sus ramas, y entonces descargan los torrentes de agua que inundan los valles . Si a los calores y sures fuer tes se juntan los nortes, las lluvias son mucho más copiosas, por la roa- (30) Aquí hay un gran fenómeno que nadie ha notado, y es que las grandes lluvias de la cordillera de los Andes se forman de la evaporación del Océano Pacífico, y que naciendo de estas lluvias el inmenso caudal de aguas que forman los ríos que corren al oriente del Perú para el Mar del Norte, se sigue que el Océano Pacífico surte de aguas al Atlántico, haciéndose la continuación por el aire; y si como creen algunos la Atlán– tida existió entre el Africa y la América, corriendo su costa occidental por delante de la desembocadura del río de las Amazonas, su inundación pudo haber provenido de algunas grandes lluvias en la cordillera de los Andes.

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