Los ideólogos: Hipólito Unanue

72 JORGE ARIAS·SCH.RErBER PEZET menzar abundantísima la garúa de la costa; cuyas colinas y cerros se vistieron de tantos y tan hermosos pastos, que en treinta años no se contaba otro de lomas tan frondosas. Me parece que el frío anualmente minora la cantidad de calor en todo el globo, y que para restaurar el orden primitivo hay un período de estíos muy calurosos en ambos continentes. En principios del siglo pasado y del presente han sucedido los más notables de esta costa del Perú. Así en el año de 1701 tronó y relampagueó en la ciudad de Truji11o, y en el de 1803 en la de Lima . 6. En 1804 hemos tenido un estío tan caluroso como en el año an terior y entró más temprano. La maduración de las frutas se adelantó cerca de dos meses, comiéndose en primavera las fru– tas de estío. Las cañas de azúcar de año y medio y dos años flore– cieron, siendo por lo común muy rara en estos valles la que echa flor, aunque tenga tres o cuatro años. Y este aumento de calor bajo la zona tórrida en el hemisferio austral, se verificaba al mis– mo tiempo en el boreal . En enero el temple de Hamburgo era el de primavera, lo mismo en Viena y en París estaba el campo ade– lantado seis semanas, cogiéndose en enero las violetas de marzo. Los terremotos, que en este mes se sintieron en España, Africa y Flandes, acreditan que había mucha agitación en los fuegos subte– rráneos, los que cooperarían al aumento del calor dentro de las zonas ardientes y templadas; porque en las frías el invierno era por el contrario sumamente riguroso. En Noruega, desde el 20 de diciembre, el termómetro señaló 32 grados y medio debajo de 10, y se heló el azogue. Véanse las Gacetas de Madrid de febrero y mar– zo de 1804. XI Temblores l. Si el cielo no nos asusta con Jos rayos que atemorizan nues– tras serranías, éstas, en cambio, rarísima vez sienten las violentas convulsiones con que nos aflige la tierra. El fenómeno terrible de Jos temblores es más frecuente entre Ja primavera y el estío que en el resto del año, en el cual, si acontecen, es por el otoño. Sus ho– ras son las de la noche; dos a tres horas pasado el ocaso del sol y al apagarse la luz zodiacal, y, con más frecuencia, en torno de la aurora. Los antiguos comparaban estas partes del día con el otoño y primavera, y la acorde verificación de los temblores entre estas estaciones y aquellas horas da valor a la comparación .

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