Los ideólogos: Hipólito Unanue

IJIPOLITO UNA, UE 827 Observación.- Se puede suponer que el sistema colonial del Perú concluyó con el siglo anterior y con la edición del útimo vo– lumen de la Guía. En este año de 1813, parece que comienza una nueva era con la jura de la Constitución de la Monarquía espa– ñola. Entre uno o dos decenios podrán ya estar bien cimentadas sus leyes benefactoras y entonces podrán compararse con el cuadro colonial que ofrece este compendio estadístico, el que presentará la libertad e igualdad civil y demás excelentes prerrogativas de que hoy goza esta España ultramarina; y que deseamos emplee en cimentar la paz, la unión y el verdadero amor a la patria, sin los cuales no puede florecer ningún Estado. Los tres años corri– dos, entre el fin del sistema colonial y principios del nuevo Go– bierno, están llenos de sucesos extraordinarios en todos los ramos de la pública administración. Representan aquel campo de aguas agi tadas que se interponen entre dos mares alterados, que se embisten conmovidos por opuestos vientos. Si una pluma instruí– da, imparcial y verídica, se encargase a lgún día de escribirlas, ofrecerá en un corto espacio de tiempo, suceso~ que no se vieron en siglos an ter iores; y ellos mismos servirán de lecciones saluda– bles a los hombres venideros, para el buen gobierno de la repú– blica en genera l y de sus familias en particular. Nota.- Acabábamos de soltar la pluma, concluída la obser– vación antecedente, cuando el ruido de la alegría pública nos anunció la confirmación de las insignes victorias que, un r umor vago, aseguraba haberse conseguido en la madre patria. Volvimos a entrar en nosotros mismos, y hemos quedado convencidos de que se an ticipaba el tiempo del firme establecimiento del nuevo orden que introduce la Constitución española. Los sucesos de la guerra se dirá son varios, y casi no se puede con tar sobre ellos, has ta después de concluída. Pero aquí hay una reunión de cir– cunstancias extraordinarias. Ciudad Rodrigo, Badajoz, Salaman– ca, fortificad0s con todos los recursos del poder y el arte, son re– conquistados rápidamente por asalto una pos de otra. Marmont der1·otado has ta el extremo; las Castillas y Madrid recuperadas; el sitio de Cádiz levantado; Sevilla y las Andalucías, precipitada– mente abandonadas; Soult, el ~cneral más activo e inteligente de Bonaparte, fugitivo y perseguido. Wellington triunfante en todas partes, y los pendones españoles tremolando victoriosos sobre casi todas las a lmenas, de donde habían sido precipitados. En fin, los frutos y las glorias de cua tro años de conquistas y combates pertinaces, en que han perecido millares de regimien-

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