Los ideólogos: Hipólito Unanue

834 JORGE ARIAS·SCHREIDER PEZET capital, es necesario franquear al comercio de cabotaje algunos otros puertos, a más de los establecidos. El comercio extranjero no puede prosperar sino por el au– mento de numerario con la explotación de las minas, o por cau– dales rezagados en esta ciudad. Ni uno ni otro existe. Por lo ge– neral, ha habido siempre una balanza entre las sumas acuñadas en la moneda y las exportadas para Europa. De cinco millones a que, en fines del siglo anterior, llegó a subir anualmente el cuño, no quedaba medio millón en las arcas de los comerciantes, prin– cipales capitalistas. Mas como las minas surtían de nuevo la Casa de Moneda, se restauraba el equilibrio y quedaba el giro sobre el propio nivel. En el año de que tratamos, la Casa de Moneda no ha sellado arriba de 1.000,000 de pesos de productos de nuestras minas; por– que el resto de su escasa amonedación es de la plata labrada que el Banco ha comprado. Se han exportado por el Callao 4.011 ,270 pesos 6 reales. Resulta que fal tan 3.000,000, que han salido de los capitales acopiados de años atrasados en Lima. Y como desde el año de 1812, los comerciantes europeos, que han sido dueños del numerario, no han cesado por todos los medios posibles, con consentimiento de su gobierno, de transportarlos a Europa, es indispensable hayan quedado aniquilados los fondos que hacían su riqueza peculiar. Había otra riqueza en las alhajas de oro y plata que adorna– ban las antiguas casas de los propietarios del país; pero en las indigencias de estos dos años no han parado de malbaratarlas o llevarlas a la Moneda. Mucha gratitud <lebe el público en esta par– te a Su Excelencia el fundador de la libertad; porque, enterado luego que entró en Lima, del quebranto que sufrían los necesita– dos, que vendían sus vajillas a la codicia de los compradores, mandó establecer un banco de rescate en la Casa de Moneda, don– de se paga su j usto valor. Encontrándose en suma necesidad de dinero para atender a los gastos del ejército, prefirió el auxilio del pueblo, remitiendo para fondos del banco las primeras cantida– des, que a título de empréstito le ofreció el Consulado. Este tribunal, o bien Cámara de Comercio, ha sido el inagota– ble recurso de los virreyes en todos sus apuros; y en nuestros tiempos ha hecho esfuerzos extraordinarios para sostenerlos, en la lucha con la Patria. En el último bienio de su dominación, los auxilió con 1.806,462 pesos 7 reales. Unas partidas entregaba por vía de donativo y otros de empréstito, con cierto interés. Y para que pudiese satisfacerlos, se le daban derechos e impuestos, por

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