Los ideólogos: Hipólito Unanue

840 JORGE ARIAS·SCHREIBER PEZET anuncie la celebridad que se hace por tan felices acaecimientos, wy elegido Presidente del Soberano Congreso, que acaba de cons– tituirla. Los sentimientos que hacen de ia reunión de tan dichosos su– cesos me oprimen de tal modo el pecho, que ello mismo no me deja explicarlo. Si debemos a Dios la gratitud por ios pequefi.os bienes de e.s– ta vida que nos concede. ¿Cuáles deberán ser las emociones de nuestro corazón reconocido en los grandes, en los extraordinarios y excelsos?. Debemos a nuestros padres el ser natural, la enseñan– za a nuestros maestros, los honores a la Patria, más careciendo de ésta como los colonos de una nación lejana, ni aún el ser natural hemos tenido en integridad. i..os padres tutelares del Perú que C')mponen este Soberano Congreso, nos la restituyen en el día, y con ella todos los derechos naturales y sociales. Así somos los deu– dores de cuanto los progenitores, los maestros y la Patria misma nos conceden. Peruanos: ya tenéis Patria. Levantad esa cabeza que vosotros y vuestros padres habéis llevado humillada por tres siglos de cau– t i\'erio. Nada fuimos, y ahora empezamos a ser. Los de la clase noble, lo mismo que los de la media, han sido reputados por antes nulos. En los de la segunda, los talentos extraordinarios, la cons– tante aplicación, la sabiduría adquirida por uno y otro no tuvie– ron más premios que una dependencia inmediata de europeos or– gullosos e ignorantes. Aún lamentamos la pérdida del primer ju· risconsulto de esta Academia, quien pasó toda su vida sirviendo de Agente Fiscal a hombres ultramarinos, que en un gobierno jus– to se habrían honrado de contarse entre sus discípulos. Y si el fundador de ta libertad ert su gloriosa entrada a esta metrópoli no le hubiese, con la dignidad porque tantos años clamaba su mérito, habría muerto en la última desolación. En todas las partes en que la tazón humana no está envilecida, las canas y la ciencia ocupan ~1 solio de la tnagistratura y los jóvenes abogados se ejercitan de· laute de ellos en la defensa de las causas para tomar lecciones de )Jrudencia y conocimiento. Entre nosotros acaecía lo contrario. Jóvenes barbiponentes de España eran los magistrados; y los ju– riconsultos cargados de años, de saber y de prudencia sólo tenían lugar de defender las partes litigantes con una voz trémula y su– misa. ¡Sabios de la Universidad de San Marcos que tanto honor habéis hecho a la ciencia y a la virtud, cesó vuestra ignominia y c~só para siempre!

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