Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUE 841 Los nobles de esta capital con excesivo empeño quisieron dis– tinguirse comprando los títulos que se dicen de Castilla. Parece que con estas vanas condecoraciones pretendían consolarse de Ja absoluta privación en que se les tenía de todo género de empleos. más aquellas denominaciones, que de nada sirven al que por sí mis· mo no tiene méritos, los conducían a hacerles más sensibles los desprecios . Rara vez aparecían en los palacios de los virreyes y en las concurrencias públicas eran pospuestos en las demostra– ciones de estimación a cualquier mi li tar europeo por corta qu~ fue– se su graduación. Para da r a estos señores nobles una a lta señal de aprecio se les hizo entrar en el regimiento de Cívicos titulado Concordia, en el que los condes y marqueses de Lima alternaban con tenderos que, criados por lo común en el servicio y dependencia de otros, en ninguna parte del mundo alindan con los nobles. Pero aún más: se les fue poco a poco arrinconando con gravísimo desaire de sus personas y títulos. Si el honor es el principal dis tintivo de la nobleza, picados de él los nuestros debían haber quemado esos carcomidos pergaminos inconsistentes en el día de Ja Constitución c!c la República, donde no debe haber más lustre ni prosapia Cf.UC la propia virtud . Cultiven ésta que entonces de necesidad serán llamados a los primeros empleos y rodeados del esplendor que nun· ca tuvieron sus mayores. La Patria bajo los auspicios del Ser Supremo, camina a gran· des destinos y sólo es necesario unión entre sus hijos para acele– rar el paso. Yo aseguro a nombre de los arequipeños, mis com· patriotas, que no faltarán a ella ni a la firme resolución de liber– tarla y sostener su independencia. Pocos años ha que por la volun– tad libre de todos los pueblos de la provincia fui elegido su pri– mer representante. Esta alta designación me autoriza bastante para llevar su voz y decir que las heroínas mismas perecerán mil veces antes que volver a cargar las cadenas coloniales sobre sus hermosos cuellos. Cuán doloroso es que haya alrededor de noso– tros quienes aún tengan estas intenciones insensatas. Si los mis– mos españoles están inundando de sangre su propio suelo, por no sufrir la tiranía de su propia casa, ¿Por qué se quiere que nosot1os toleremos la ajena? Y tú gloriosa capita l prepárate a los días de magnificencia que ya te vienen acercando en los siglos futuros. Rico se ha lla– mado al Perú por la abundancia y preciosidad de sus metales; y en verdad que lo es. La cordillera Oriental se denomina de oro

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