Los ideólogos: Hipólito Unanue

842 JORGE ARIAS-SCl!REIBER PEZET por la gran cantidad de este que derrama en sus lavaderos; y la (le Occidente de plata por las ingentes masas que contiene en sus entrañas, así el que nace entre ellas, por humilde que sea su cuna, puede asegurar que se ha mecido en medio de la opulencia. Más aún tenemos otros tesores que no han sido bien conoci– dos. La extensión y tranquilidad del puerto del Callao y su venta– josa situación en la Mar del Sur. Allí en frente están los riquísi– mos imperios e islas del Asia, cuyas puertas de marfil no se han abierto hasta ahora sino al r igoroso y estéril monopolio. Entre sus orillas y las nuestras se extiende la fecunda y dilatada isla de Nue– va Holanda en la que los incansables hijos de Albión están abrien– do con empeño los cimientos de la Inglaterra del Austro. ¡Qué tiempos serán aquellos cuando la China, la Holanda y el Perú entren en comunicadon y comercio! ¡Quién podrá entonces enumerar la multitud de buques cuyas anclas muerdan la arena en la inmensa bahía del Callao! Muchas veces al venir de él a esta ciudad he di– e ho entre mí, los fecundos campos que se ven abandonados por uno y otro camino, serán algún día cubiertos de casas de campo, jar– dines, estatuas y monumentos levantados a la gloria y al recreo. J 0s viajeros que le atraviesan quedarán atónitos a l mirarlos, y ent randa en la capital encontrarán en ella, no con hombres incli– •)ados a Ja tierra, ocultos bajo de una capa y sombrero gacho, sino con ciudadanos erguidos que conforme a su dignidad dirigen los ojos al ciclo y extienden las manos al peregrino con aquella gene- 1 osidad y nobleza de ánimo que es propia de los peruanos. Yo no veré esos tiempos felices; demasiado he vivido, puesto que en los repetidos esfuerzos que hice por derribar la tiranía creí ser una víctima de ella. En los Estados vecinos han padecido cruel martirio varios literatos por la libertad de la Patria. Me es– peraba igual destino y me consolaba con unirme en la eternidad a sus almas respetables. Libróme la providencia y he presenciado los días que jamás pensé alcanzar. Si le p lace, daré tranquifo al seno de la tierra madre en que he nacido . Y cuando, allá en los días venturosos del Perú comiencen a conmoverse de júbilo las ce– nizas de los guerreros, de los sabios y de los hombres virtuo~os qLte tanto trabajan en el día por proporcionárselos, levantaré mi brazo del sepulcro para bendecirle y desearle que sea la justa, la rnás opulenta, la más pacífica y la más espléndida y la más glorio– sa República de cuantas han existido y existen sobre el globo . *

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