Los ideólogos: Hipólito Unanue

844 JORGE ARIAS·SCHREIBER PEZET cia o el error que por malicia, y cuanto se emplee en salir de esa ignorancia o vencer ese error será ganar en buenas costumbres, y por consiguiente en la ejecución de las leyes. Distinguimos la ignorancia, que supone sólo la carencia de los conocimientos convenientes, del error, el cual consiste en contar con principios falsos, que conducen pos itivamente a un absurdo: y el saber, que es el correctivo de las acciones siniestras que pro– ceden de ambas fuentes, alcanza aún a reducir el número de los ac– tos de la malicia. Porque el corazón con la cultura pierde mucho de su fiereza nativa, se suaviza y enternece: la reflexión de las di– ficultades y peligros que rodean al que intenta apropiarse el bien que no le pertenece, induce poco a poco el hábito de equidad; esa m;sma reflexión, con desvanecer la ilusión que se padece acerca del valor de las cosas, tranquiliza los deseos: el conocimiento de las propensiones humanas y de las posiciones especiales en que se ha hallado el que infiere un agravio, templa el ardor de la ven– ganza: y los mayores recursos que se encuentran en sí mismo ha– ce más remota la ocasión de emplear medios atentatorios. El da– fio mismo que se recibe del hombre culto es más soportable, por los modos menos bruscos y sagacidad con que lo ejecuta, y por– que su prudencia aunque mal aplicada le enseña a economizar to– da agresión frustranea y peregrina al propósito; sus injusticias son regularmente de maquinación y dolor, las del hombre rudo de violencia y destrucción. La moral pública está sujeta a las mismas reglas y principios que la privada; siendo err~da y perniciosa, tarde o temprano, al mismo que la ponga en prácti~a, la poi(tica que se aparte de esta máxima . La atencióp.., cuidado~ y buenos ejemplos de un padre de familia para con, s.us dpmést~cos: los miramientos, obsecuencia y cooperación de éstos con aquél, las consideraciones de una a otra familia en el orden civil, son el modelo de la conducta entre el gobierno y los individuos de una nación y de las naciones entre sí; con la única diferencia de que en proporción de la magnitud de estos objetos es mayor la importancia del acierto y el daño de los yerros. La advertencia, pues, previsión y economía necesa– rias para el régimen de las sociedades, y frutos privativos de las luces, demuestran la concesión íntima de ambos extremos. Si falta algo de exactitud a la comparación del orden doméstico con el político, por cuanto los dependientes de una casa suelen estar constituídos en una minoridad física, donde no tien(!n lugar ple– namente los respetos de hombrP a hombre que entre los magistrª-

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