Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUI! 845 dos y Jos simples ciudadanos: esa falta cede toda en favor de la necesidad del cultivo en masa general, porque sólo así se consigue una obediencia racional que precava las concusiones, y las ase– chanzas de la seducción. La sumisión ciega, absolu tamente lauda– ble y profícua, está circunscripta a la substancia de los dogmas revelados, s iendo en todo lo demás perniciosa para intentarla; y aún en esa materia, cuan importante no es la instrucción para oponerse a las adulteraciones de la novedad y de la superstición; las columnas de la iglesia, los mayores defensores de la fé fueron rnaestros sobresalientes de filosofía y literatura, con que se hu– biera honrado mucho la historia profana . Los beneficios más estimables de la ilustración son sin duda los que miran directamente al orden moral: pero los que respec– tan al físico son también muy preciosos por sf, y porque siempre van acompañados de alguna influencia aunque indirecta sobre ese mismo orden moral. Por ella se han perfeccionado e introducido las artes que sirven a nuestra conservación, comodidad y recreo: por ella encuentra el hombre mil modos honestos de vivir, y ocu– paciones que le alejan del crimen: por ellos principalmente se di– lata el alma, nooiliza y engrandece, y el corazón se baña en unas complacencias y experimenta unas emociones todo poéticas, todo sublimes, desde cuya a ltura se pierden de vista todos los intereses que agitan comúnmente a los humanos. La consideración de las masas celestes que pueblan el· espacio, sus giros y distancias in– mensas: la estructura del globo que habitamos, sus montes, valles, atmósfera, y meteoros: las leyes del movimiento: Ja luz: la acción universal del fuego, contrastada por la gravitación: la variedad casi infinita de las producciones inorgánicas y dotadas de vida: elevan el ánimo, llenan la memoria de hechos y térmi nos de com– paración, exci tan la curiosidad y despiertan el talento de observa– ción: ejercitan el ingenio, rectifican el juicio, disipan las primeras impresiones y producen la circunspección, antídoto de la ligereza tan funesta en todos sentidos. Pero el mayor fruto de estos estu– dios es prestar objetos en cuyo examen pueda explayarse la ra– zón con menos contradicciones y hacer ensayos prácticos para la jndagación de la verdad en o tras materias, donde las pasiones, el hábito y estupidez oponen resistencia insuperable . Las ciencias morales y políticas han adelantado tanto en los siglos XVIII y X IX por los descubrimientos y progresos que desde el XV se han estado haciendo en las físicas. Advirtieron este influjo en d iver: ~os tiempos hombres que parece nacieron par~ degradar a sus se,

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