Los ideólogos: Hipólito Unanue

74 JORGE ARIAS·SCHREIBER PEZET se actúa con el aumento del calor de la atmósfera. Al incendio se sigue la mayor expansión de los vapores, explosiones violentas, concusión y trastorno de la tierra. A las inmediaciones de los tem– blores suelen aparecer exhalaciones obscuras, que en las noches ló– bregas, libres de nubes, dan a las estrellas un aspecto melan– cólico. Las be visto tan apiñadas bajo las manchas de la cola de Escorpión, que parecía hendirse por allí un abismo en el cielo. 5. La frecuencia de pequeños temblores en primavera es in– dicio de que se van descargando por partes las entrañas de la tie– r ra, y así hay menos recelos de terremotos; pero si vienen unos sobre otros, a cortos intervalos, es señal de una gran cantidad de materiales, que se van incendiando sucesivamente y por partes; debe temerse entonces que, abrasándose el mayor depósito, siga un v iolento terremoto. 6. Suele la vegetación padecer mucho en estas épocas funes– tas. El terremoto de 1687 hizo infecundos nuestros campos para el trigo . Las cañas iban lozanas hasta aparecer la espiga, cuyos granos, afectos del tizón, se convertían en un polvillo negro, y se perdían las cosechas. Veinte años después empezaron los campos a recuperar su primera fecundidad; pero el golpe recibido por nues– tra agricultura fué mor tal. Ocurrióse, en la escasés, por trigos a Ch ile, y quedó establecido por nuestra Sicilia este reino, a donde enviaron el pan nuest ros mayores, y a rru inada nuestra agricultu– ra por falta de consumo en su más precioso ramo (33). 7. No están los temblores destinados únicamente a la desola– ción del globo; prescindiendo de los bienes que suelen procurarse en todas partes, or denan en Lima la constitución del tiempo. Así, cuando pasan los soles del otofio, un temblor cubre de vapores la a tmósfera, para que empiece la mollizna propia de esta parte del año, y a los días muy opacos, fuera de tiempo, los aclara un temblor , sacudiendo los vapores de la atmósfera, y tal vez su fre– cuencia en primavera es para romper las muchas nieblas y vapo– res que nos rodean, y que sucedan con más facilidad los claros días del estío. (33) Bravo: Voto consultivo, pág. 303. Aunque en la ciudad de Truj i– Jlo, cien leguas al norte de esta capital, apenas se sintió e l ruido del te· rremoto, con todo, sus maléficas infl uencias sobre Ja agricultura corrien· ron por aquel rumbo hasta Paita, a doscientas leguas de dista ncia. Los campos que eran Jos grnneros de toda aque lla costa hasta Panamá, y que llegaban a dar doscientas fanegas por una; quedaron ta n esté riles, que no rendían ni aun Ja misma semilla que en ellos se sembraba . (Feijóo de Sosa: Descripción de la provincia de T rujillo).

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