Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUE 869 El sólo era superior a los obstáculos físicos y a los pensa– mientos melancólicos. Vuela a Trujíllo, provincia devastada y en desorden. A su presencia, huye la discordia; la tierra estéril brota y le auxilia. Reúne las tropas esparcidas de Colombia, organiza las reliquias de las del Perú, forma ejército, lo equipa, marcha; y mientras gimen las prensas de Lima pintándole con colores in– justos e inicuos, los pueblos que experimentan sus virtudes, lo conducen en brazos pór las breñas intransitables de los Andes, a los páramos de Junín, donde alcanza al enemigo y lo derrota. La aurora de nuestra libertad asoma de nuevo por los a ltos· montes; aurora más graciosa y benéfica que la que amanece sobre el desgraciado enfermo, o extraviado caminante, que esperan con ansia sus primeros albores para encontrar alivio o seguridad . Ella, no sólo nos ha consolado y asegurado la existencia, sino también prolongado la vida. Un lustro he retrocedido en la evolu ción de la mía. Aún no hemos bien celebrado la victoria de Junín, cuando el rayo de la guerra revuelve desde el Apurímac sobre la angus– tiada Lima, al tiempo que ya los males y desastres, que la opri– man, se hacían muy superiores a Ja tolerancia humana. Con un puñado de soldados medio armados, llevando por delante su nom– bre y su gloria, entra en ella, encierra a los orgullosos enemigos de;> los castillos, y como si su presencia sólo bastara para imponer· les y contenerlos, se sienta tranquilo a organizar el sistema polí– tico del poderoso estado que conducía a la libertad. ¡Qué doloroso me es, que cuando he llegado a conocer sus excelen tes calidades y extremado amor por la independencia de !a América, no resida en mí una actividad proporcionada para desempeñar con acierto la parte de los trabajos públicos que ha querido encargarme y mucho más en la situación en que nos hallamos! Sin Hacienda no hay Estado; porque esta es el alimento y la sangre del cuerpo político. Tampoco puede haber Hacienda sin i:igresos; los que de necesidad deben fa ltar en un país que ha desaparecido la agricultura; y donde la minería, principal fondo de él, está derrumbada y el comercio de la capital sin puerto y sin numerario. Al dejar los enemigos el Perú, qu1s1eran que no quedasen sino desiertos y cordilleras; y así con furor superior al que pintan Las Casas y algunos filósofos, haber ejercicio en el tiempo de la conquista, han destrozado cuan tos seres y fortunas pudieron.

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