Los ideólogos: Hipólito Unanue

870 JORGE ARIAS·SCHREIBER PEZET De aquí es que esta capital, tan rica y opulenta en otros tiempos, lejos de ofrecer auxilios a la entrada de Su Excelencia, los exigían las innumerables familias reducidas a la miseria. Seis millones ae pesos se consiguiefon por préstamo en Lon– dres; y consumidos y mal gastados por los gobiernos anteriores cinco, entre cálculos y números, quedó solamente un millón en billetes y libranzas, único fondo, único recurso con que ha conta– do Su Excelencia para los gastos inmensos de la lista Civil y mili– tar de la capital, del ejército libertador del Alto Perú y de la mari– ua; siendo así que los alcances que se deben a los valerosos y beneméritos militares que, exponiendo su vida y sangre nos han dado la libertad y fundado la república, asciende aproximadamen– te al duplo. Si a estas cantidades se juntas las enormes de los empréstitos hechos al gobierno, con motivo de la desastrada guerra que ante– riormente se ha sostenido, se deducirá que las rentas del Perú, en d estado de ruina y desolación en que se hallan, no pueden cubrir ni sostener en lo sucesivo las crecidas expensas que aún restan que hacer. De necesidad es, pues, que el Congreso encomiende a Su Excelencia haga solicitar un nuevo empréstito en Londres de 10.000,000 de pesos; conseguidos que sean, se podrá pagar al ejército y a la marina, proveer a su ulterior subsistencia y cubrir ios muchos créditos del Estado, reuniéndolos todos en uno solo, cuya satisfacción podrá practicarse con menos embarazo y sin aquella agonía con que cada particular oprime al Gobierno. Si a materia tan interesante quiere el Congreso que el Ministro, con– forme al articulo 158 de la Constitución, dé mayor extensión, lo hará luego que tenga a bien ordenárselo. Por ahora, debo contraerme a enunciar los trabajos rentísti– cos que en dos meses de existencia en la capital se han ejecutado, con el fin de ir restaurando la administración pública. Ya en otra ocasión he expuesto al Soberano Congreso, cuanto podía convenir al conocimiento de la arruinada Tesorería del Perú. Caminando incesantemente al abismo, sacarla de él, es la obra del grande hombre que preside nuestros destinos. Su impulso se di– funde por todas partes con la rapidez del rayo eléctrico. Pocos días han corrido de su ingreso en Lima; y están ya puestos en movimiento los ramos destinados al sustento, defensa y esplendor del Estado y el arreglo de su exacta distribución. La Contaduría y Tesorería general se hallan establecidas conforme a la Consti– tución. El obscuro laberinto de ai:luana, a pesar de la deserción

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