Los ideólogos: Hipólito Unanue

HIPOLITO UNANUE 871 de algunos de sus j efes inteligentes, va reponiéndose, no sin tra– bajo, sobre un pie activo y expedito; y desterrándose los innume– rables abusos y contrabandos a que había dado origen el poco orden y la ninguna firmeza del anterior régimen. Difícil es des– arraigar los males que brota la codicia; empero la ley de comisos que ha hecho publicar Su Excelencia y el puntual cumplimiento que se le da, vale más que los numerosos resguardos en que el crimen es impune y ninguna la recompensa del celo. En verdad que la falta de buenos reglamentos causa perjui– cios al Estado y al comercio. El continuo tumulto en que hemos vivido no ha permitido rectificar ni el provisional, que se publi– có al declararse nuestra Independencia, ni otro más extenso y cla- 1 o en que trabajó el Congreso. En la última expatriación se han perdido casi todos los documentos relativos a ellos. Es de necesidad organizarlos de nuevo ahora que, libre el Perú, deben uniformarse sus aduanas. El punto céntrico sobre el tanto que debe satisfacer en la introducción de los géneros europeos no puede arreglarse, en su totalidad, a las teorías de los escritores de aquellos países, en los que la práctica no está muy conforme con sus liberales ideas. Ellos son agricul tores o manu· factureros; y las negociaciones en el canje no terminan, comien– zan sí con nuevos riesgos. En el Perú, país minero, concluyen; porque se hace la permuta con el oro y la plata de valor inaltera– ble y objeto de tantas agitaciones. La multitud de gastos del gobierno español, para llevar la guerra desde el Perú a todos los países que le rodean, Je hizo contraer grandes créditos. El Consulado era el garante de ellos. Para pagar sus réditos se señalaron, sobre el comercio, derechos que, impuestos bajo su nombre, cobrados y distribuidos por sus priores y cónsules, crearon una complicada, expendiosa y no cono– cida administración en otros países. Su Excelencia ha repuesto al Consulado en su primitivo orden, con arreglo a sus mismas constituciones, y para saldar la deuda que corresponda al Estado, conforme al artículo 161 de la Consti tución, ha comenzado por lo!> medios que se proponen en el provecho que tengo el honor de presentar al Congreso. Tres veces los españoles han arruinado las máquinas y llevá– dose los instrumentos de la Casa de Moneda. Sin numerario ?10 hay giro, y sin giro fracasa la existencia del comercio. E l ince– sante bamboleo de la débil República del Perú no ha permitido repararla, porque apenas se llegaba a l término de los trabajos

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