Los ideólogos: Hipólito Unanue

872 JORGE ARIAS-SCllREJl3ER PCZET emprendidos, cuando el enemigo los derribada de nuevo; mas desapareció éste y desapareció para siempre en los gloriosos cam– pos de Ayacucho. Con extraordinario afán se ha emprendido repa· rarla sobre bases sólidas. Está concluida: el Perú es un país mi· n...:ro, la Casa de Moneda es de necesidad y uno de los principales nt~mantiales de sus riquezas. La moneda no es tan sólo el signo representativo de las especies comerciales. Es, en las repúblicas, un monumento que lleva a la posteridad el recuerdo de los suce– sos prósperos y adversos; y en las monarquías el testimonio infa– lible del dueño y señor de ellas. ¡Qué doloroso y de cuán infausto agüero me era ver batir monedas con el busto de Fernando VII, proclamada ya la independencia ! En cada momento la tenía per– d 'da, y en efecto se perdió. Un diseño se propuso, que encontró mil obstáculos y él en sí carece del principal carácter de la moneda: sencillez y expresión. A!:í en el cui'ío demora las labores y las hace imperfectas. No obs– tnnte, como cualqu iera moneda que indique la independencia, debe preferirse a Ja que lleva el solemne testimonio de nuestra esclavitud, sigue gravándose hasta que el Congreso apruebe el üibujo que le presento. Tiene el mérito de estar simplificados los símbolos del anverso y reverso, y perpetuar en el exergo la glo– riosa victoria a Ja que debemos Ja entera libertad. La Casa de Moneda sin minas, sería un mero adorno de la capital. Nuestro general asiento, que es el de Paseo, ha sido tres o cuatro veces derrocado por los enemigos y destrozadas las má– quinas de desagüe. Su Excelencia ha expedido providencias efi– caces para la restauración de las labores de este poderoso cerro. Más adelante, y conforme se encuentren medios, se establecerán los bancos de rescate y habilitación; y las ricas entrai'ías de nues– tra tierra madre nos sacarán de tanta miseria en que nos han sumergido los espat'íoles, cuyo eterno dolor es no poder llevar a la suya cuando menos a Paseo y Potosí. Mientras que con mano activa se fijan y hacen girar los pun– tos centrales de la Hacienda pública, se comunica a las provin– cias el propio impulso . A todas ellas se han remitido órdenes expresas a fin de que los prefectos, a la mayor brevedad, instru– y:m al Supremo Gobierno sobre la situación y orden en que se h~Jlan las administraciones y oficinas de sus departamentos y sobre los hombres de mejores aptitudes para emplearlos en ellas. El comercio, la minería, las acciones recíprocas entre el Estado y el pueblo, el arreglo para una contribución en proporción a los

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