Los ideólogos: Hipólito Unanue

878 JORGE ARIAS·SCHREIBER pezeT heroicos sacrificios a la causa de Ja independencia, el privilegio de elegirlos por sí mismos (6) . La igualdad de los ciudadanos ante Jos ojos de Ja ley, se com– pone con la diferencia de clases y condiciones que Ja naturaleza, la sociedad y la religión han establecido. El gobierno de los pue– blos debe ser uno, y a él le han de estar sometidos, con arreglo a las leyes, que no son otra cosa que lazos que unen con firmeza las partes del cuerpo político para que no se disuelva. Empero, el Go– bierno Supremo que forma en él la cabeza, debe distinguir aquellas que concurren con preferencia a su seguridad y esplendor (7). Sin religión no hay sociedad . La interior responsabilidad del hombre es el contrapeso más fuerte que tiene contra la influencia úc sus pasiones . Tenemos la felicidad de profesar la Católica, que en la cadena de la tradición viene directamente del divino insti– tu\dor del cristianismo. El Consejo de Gobierno, prohibiendo la circulación de libros que ataquen sus dogmas y la moral pública, ha cumplido con los deberes que en esta parte le impusieron la Constitución y la honestidad y rectitud de un buen ciudadano. La corrupción del corazón de los jóvenes, que trae consigo Ja lec– tura de libros licenciosos, sólo puede originar desastres en la vida civil; y es una crueldad permitir se malogren talentos que podían estar mejor ocupados en tan tas y tan excelentes obras, partos glo– riosos de los grandes ingenios que han sido preciosos ornamentos del linaje humano. Testifico a honor de nuestro clero, que en lo más mínimo ha inquietado al Supremo Gobierno; sumiso siempre a él, ha sufrido grandes privaciones con la guerra y sostenido la causa de la Pa- (6) Circulares de 2 de agosto de 1824, 8 de marzo de 1825 y Supremo Decreto de 14 del mismo mes . Pero han sido revocadas estas gracias, a causa de sus grandes inconvenientes, por Supremo Decreto de 27 de mayo del presente año. Véase El Peruano, N~ 8. Todos los funcionarios, en el orden administrativo, deben ser de la no– minación del Gobierno; porque ellos son sus agentes directos para la eje– cución de las leyes y desempeño de los negocios públicos, y porque siendo el garante de su conducta, debe pertenecerle su elección.. . (Bonin: La Ad– ministración pública, tomo 1). (7) Los pueblos, aun Jos más enemigos del yugo y de la sujeción, han tenido siempre grandes condescendencias para diferentes personas, existien– do en su espíritu un maravilloso discernimiento de los hombres y sus ran– gos. En verdad, si en un pueblo se tributare igual honor a los hombres, a los más eminentes y a los más ínfimos, era inevitable que la misma igual– dad se convirtiera en una extrema injusticia. (Cicerón: loe. cit.)

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