Los ideólogos: Hipólito Unanue

880 JORGE ARIAS·SCHREJBER PEZET El Consejo ha procurado promover, en cuanto ha estado de su parte, las escuelas y colegios de Bolívar, Ayacucho y Junín; y Su Excelencia el Libertador, en su tránsito al Alto Perú, los ha fun– dado sobre una mayor escala en los departamentos de Arequipa, CL-zco y Puno. Y para dar impulso a todos ellos, se ha establecido conforme al artículo 185 de la Constitución, una Dirección general de estudios, con las respectivas subalternas en las otras capitales. Sus trabajos serán muy útiles para organizar los planes y regla– mentos generales que decretare el Congreso, según el artículo 183 . Pocas capi tales poseen sobre Ja tierra las ventajas que Lima para elevarse a un alto rango por sus proporciones, así para cul– tivar las ciencias y las artes, como para decorarse con todas las obras del bello gusto; pero esto pide tiempo, recursos y tranquili– dad que no ha tenido el Gobierno; y el Ministro de él sólo puede ya cúsfrutar de la perspectiva de los hermosos planes que le traza su imaginación y amor a Ja Patria. Mas todas estas ideas, por grandes que parezcan, se ve que son de segundo orden en la consideración del Gobierno, cuando vuel– ve los ojos sobre la agricultura. No hay sociedad sin los frutos de la tierra, que alimenten los hombres que la forman; y está de– mostrado que el número de éstos cerece o decrece en razón de su abundancia o escasez. Se arruinan las fami lias indigentes, y se multiplican en las que existen las proporciones para vivir . Así en todos tiempos, y en todos países donde hay un gobierno civiliza– do, su principal atención es fomentar las labores campestres, pa– ra que nuestra común madre no deje perecer sus habitantes estan– do yerma. La constitución física del Perú, no permite numerarle entre los países agrkultores, en que el sobrante de las cosechas pueda ofre– cer un ramo de comercio para la exportación exterior; pero sus fecundos valles, bien trabajados, mantendrán sin duda una doble población. La extinción de los indígenas, después que los ocupa– ron los españoles, originó la necesidad de reponerlos con esclavos arrancados del Africa. Sobre sus brazos se apoyaba la prosperidad de Ja agricultura, cuando arribó el Ejército Libertador a las órde– ner del general San Martín; la extracción de los siervos más útiles para el servicio de las armas, que comenzaron los españoles, y el decreto del Congreso_ de dar por libres los partos, y la gran des-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx